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sábado, 16 de abril de 2011

VIERNES DE PASIÓN

Señor, tú has querido que la Palabra se encarnase en el seno de la Virgen María; concédenos, en tu bondad, que cuantos confesamos a nuestro Redentor, como Dios y como hombre verdadero, lleguemos a hacernos semejantes a él en su naturaleza divina. Amén

Meditación

1.- En la encarnación del Verbo de Dios la divinidad asumió nuestra humanidad. Así, El Eterno tiene, desde entonces, dimensión temporal; el Omnipotente se hace limitado y pobre; el Creador se hace criatura; el Todopoderoso se hace dependiente; el Señor de todo se hace esclavo de todos; el Espiritual, se hace material.

2.- En la Encarnación del Verbo de Dios, nosotros, los hombres, nos engarzamos en la divinidad. Los temporales nos hacemos eternos; los pobres nos hacemos ricos; los esclavos nos hacemos libres; los materiales nos hacemos espirituales. Suplicamos al Padre: "que lleguemos a hacernos semejantes a Él -Jesús- en su naturaleza divina".

3.- En la Encarnación del Verbo de Dios, tiene lugar un admirable intercambio: Él nos hace partícipes de su divinidad y nosotros le pasamos nuestra humanidad. Lógicamente Él sale perdiendo y nosotros ganando.

La Encarnación del Verbo de Dios exige de nosotros que vivamos conforme a la dignidad de ser hijos de Dios, seres divinizados, herederos de una dimensión eterna.

Pregúntate: si vives conforme a esa dignidad; si eres consciente de tu dimensión divina, qué forma de vivir brota de esa nueva condición de ser humano divinizado.


Súplica

Señor Jesucristo, Verbo eterno del Padre e Hijo cosubstancial con Él Te doy gracias de todo corazón por haber aceptado hacerte hombre para salvarnos a los hombres. Te doy gracias por haberte hecho mortal para regalarme tu divinidad; por haberte hecho pobre para enriquecerme con tu pobreza.

Gracias de todo corazón, Señor Jesús, por haberme dado la libertad de espíritu aunque para ello tuviste que hacerte esclavo.

Gracias, Señor Jesús, por compartir mi pequeñez, mis limitaciones, mis sufrimientos y mis alegrías.

Cóncedeme la gracia de vivir conforme a mi dignidad de heredero de vida eterna, de hijo del Padre y de compartir contigo tu divinidad.

Amén.


Jaculatoria

Hágase en mí según tu palabra.

jueves, 14 de abril de 2011

JUEVES DE PASIÓN

Escucha nuestras súplicas, Señor, y mira con amor a los que han puesto su esperanza en tu misericordia; límpialos de todos sus pecados, para que perseveren en una vida santa y lleguen de este modo a heredar tus promesas. Amén

Meditación

1.- Vivir sin esperanza en un sinvivir. Vivir sin esperanza es vivir muriendo. La esperanza pone sentido a cuanto pensamos hacemos o decimos. La esperanza nos impide vivir aferrados al presente, sea cual sea. La esperanza carga nuestro corazón con un futuro humanamente incierto pero espiritualmente esperado, anhelado y confiado.

Quien vive en esperanza transforma la realidad adversa que afronta y abre su corazón a una meta que ahora no vemos pero sabemos que nos espera. Es una meta nuestra vivir imbuidos en la misericordia divina, entonces ese esperar nos saca de nuestra realidad pecadora y nos mete en el mar del corazón infinitamente misericordioso y comprensivo de Dios.

2.- Lo que hoy pedimos al Padre es que "nos mire con amor a los que ponemos nuestra esperanza en su misericordia". Entonces, ese "mirar con amor" quiere decir que sienta ternura ante nuestra lucha interior y fortalezca nuestro corazón y nuestra voluntad para no desistir en esa confianza en su divina misericordia.

Pregúntate: si vives de esperanza o, a veces, la desesperanza te vence. ¿Cuáles son los motivos para tus desánimos o desesperanzas?. ¿Pones tu vida y tu futuro en la divina misericordia?.


Súplica

Señor Jesucristo, meta de mi esperanza, cause de mi gozo y premio a mis desvelos, vuelve tus ojos misericordiosos a mi pobreza, a mis desánimos y a mis desesperanzas. Mira mi poca cosa, humana y espiritualmente hablando.

Confío en ti Señor Jesús, pues Tú eres el puerto de llegada de mi travesía por este mundo. Tú eres el faro que guía mi caminar hacia tu Corazón.

Revitaliza mi esperanza y confía en tu tierna e infinita misericordia. Que nada ni nadie arranque de mi espíritu el deseo de agarrarme a ti y de caminar apoyado en ti.

Quiero, Señor, dar sentido a cuanto hago, sufro y peno. Quiero que tu misericordia infunda confianza y valor en mi ánimo a la hora de afrontar las dificultades que la vida me presente.

Amén.


Jaculatoria

Señor en ti confío.

miércoles, 13 de abril de 2011

MIERCOLES DE PASIÓN

Ilumina, Señor, el corazón de tus fieles purificado por las penitencias de Cuaresma, y tú, que nos infundes el piadoso deseo de servirte, escucha paternalmente nuestras súplicas. Amén

Meditación

1.- Se supone que todos los cristianos llevamos mortificándonos desde el inicia de la Cuaresma. Y así es necesario pues, ese autocontrol de nuestra voluntad, de nuestra mente, de nuestro corazón, de nuestras acciones y palabras, de nuestros gustos y caprichos es la condición necesaria para que Dios, Luz infinita y misericordiosa, ilumine nuestro corazón.

Un corazón lleno de sí mismo no tiene cabida para la Luz de Dios. Un corazón lleno de sí mismo está cerrado a la acción purificadora, iluminadora y santificadora de Dios.

La Iglesia implora la iluminación divina, lo hace desde la conciencia de un corazón quebrantado, controlado, mortificado. Somos conscientes de que nuestras oscuridades podrán ser vencidas por la Luz de Cristo en la medida en que nuestra voluntad lucha por mortificar los deseos, apetencias y gustos de nuestro egoísmo y vanidad.

Para poder servir al Señor, necesitamos pues, dar esos dos pasos: mortificar nuestros sentidos y dejarnos iluminar por Cristo.

2.- Es necesario que nos preguntemos cuáles son nuestras oscuridades que esperan la Luz de Cristo. Nos preguntamos también si luchamos por controlar las apetencias del corazón, si practicamos la austeridad penitencial y la mortificación de nuestros deseos. Nos preguntamos si nuestro corazón está lleno de sí mismo.


Súplica

Señor Jesucristo, Luz de Luz, que viniste al mundo para vencer las oscuridades del corazón humano, mira mi pobre y endeble corazón. Ves cómo está lleno de sí mismo, de tantas cosas y circunstancias prescindibles. Míralo y vacíalo de todo aquello que no te da cabida en él.

Ven, Señor Jesús, limpia mi corazón y llénalo de tu santa luz. Que, iluminado por ti, busque únicamente servirte con amplio y limpio corazón.

Ayúdame, Señor, a preparar mi corazón para acoger tu Luz divina mediante mortificación penitencial. Que quiera, pueda y sepa vivir penitencialmente estos días santos. Que controle mis deseos, pensamientos, palabras y acciones de modo que en todo pueda agradarte y servirte como Tú mereces

Amén.