viernes, 9 de abril de 2010

LA PERSECUCIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA

Por su interés reproducimos aquí este interesante artículo de Antonio Socci, publicado en De “Libero”, 2 de abril de 2010 que viene muy bien para centrar ideas en estos tiempos de persecución.



La Pasión de la Iglesia, que está en acto, fue profetizada en los mínimos detalles. Independientemente de cuál sea el pensamiento que se tenga acerca de las modernas apariciones de la Virgen, los documentos hablan claro.
Los dos rostros símbolo de la actual Pasión de la Iglesia son el Papa y un pobre y humilde cristiano de Pakistán, Arshed Masih, de 38 años, que trabajaba como chofer en Rawalpindi.
Ante tres policías y algunos jefes religiosos musulmanes fue rociado de bencina y quemado vivo porque rechazaba renegar a Cristo y convertirse al Islam.
Y cuando la mujer Martha, destruida por el dolor, fue a la comisaría a denunciar el asesinato del marido, fue torturada y violada por los policías ante los ojos aterrorizados de los hijos de 7, 10 e 12 años.

El episodio es de estos días, pero documenta el continuo, terrible martirio de cristianos que en el siglo XX fue perpetrado bajo todos los regímenes, ideologías y latitudes.

Un sociólogo de Oxford estimó en 45 millones los cristianos que han perdido la vida, directa o indirectamente, a causa de la propia fe.

Este océano de sangre cristiano había sido profetizado por la Virgen, explícitamente en Fátima. Fue dicho con toda claridad.
Para la mayoría tal martirio permanece aún desconocido. Más aún, a él se le agrega el martirio moral de la Iglesia arrastrada al banco de los acusados y signada con la marca de la infamia.
La Virgen, siempre en Fátima, profetizó la persecución del Papa y en una visión a Jacinta (una de los tres pastorcitos, beatificada en el 2000), parece señalarle un linchamiento moral que coincidiría con el que Benedicto XVI se encuentra viviendo en estas semanas.
Tal visión está descripta en la “tercera memoria” de Sor Lucía, de fecha 31 de agosto de 1941, donde dice:
“Un día Jacinta se sienta sobre la lastra del pozo de mis padre…Después de un tiempo me llama.
-        ¿No viste al Santo Padre?
-        ¡No!
-        ¡No sé cómo fue! Vi al Santo Padre en una casa muy grande, arrodillado ante una mesa, con la cara entre las manos, llorando. Fuera de la casa había mucha gente, algunos arrojaban piedras, otros maldecían y decían palabrotas. ¡Pobre Santo Padre! ¡Debemos rezar mucho por él!”.

Parece la descripción del linchamiento moral al que el Papa es hoy sometido. Efectivamente, asistimos a una deslegitimación moral de la Iglesia de la que no se recuerda otra igual, encima con el intento explícito de arrastrar personalmente en juicio al Pontífice como cabeza de una banda de malhechores.
Hay que agregar que a las persecuciones contra la Iglesia siguen siempre desgracias para el mundo. En efecto, la visión de Jacinta continúa en estos términos:

“¿No ves muchos caminos, muchos senderos y campos llenos de personas que lloran de hambre y no tienen nada qué comer? ¿Y al Santo Padre en una iglesia, delante del Corazón Inmaculado de María, en oración? ¿Y tanta gente rezando con él?”.

Todo este martirio material y moral de la Iglesia del siglo XX parece representar un momento decisivo dramático de su historia milenaria.

Como le fue revelado a un Papa –al comienzo de su pontificado- aquel León XIII, autor de la “Rerum novarum” (la primera encíclica social), que condujo la nave de la Iglesia en el Novecientos.

En efecto, una mañana del día 13 de octubre de 1884 (el mismo día de la última aparición de Fátima: 13 de octubre de 1917), después de la celebración de la Misa, mientra Papa León XIII estaba en oración, fue visto que alzaba la cabeza como si tuviese una visión.
Parecía aterrorizado: había escuchado un diálogo, junto al sagrario. Una voz horrible, que pertenecía a Satanás, lanzaba el desafío a Dios, diciéndose capaz de destruir la Iglesia si sólo hubiese podido ponerla a la prueba (Satanás desprecia siempre a los hombres, a los que continuamente acusa. Mientras Dios siempre confía en sus hijos).

Parece que tal prueba fuere permitida por un siglo.
Luego, Papa León XIII – aquella mañana del 1884 – tuvo la visión de la Basílica de San Pedro asaltada por demonios y sacudida desde los fundamentos.

La revelación al Papa coincide con la de la mística Anna Katharina Emmerich, donde dice:

“Si no me equivoco escuché que Lucifer será liberado y le serán quitadas las cadenas, cincuenta o sesenta años antes del 2000, por un cierto tiempo. Escuché que otros acontecimientos ocurrirían en tiempos determinados pero los he olvidado”. 

Fue después de aquella visión que León XIII escribió la oración a San Miguel Arcángel para la protección de la Iglesia, que hasta el Concilio era recitada al final de la Misa. Después del Concilio fue abolida. También después del Concilio, al comienzo de la década del sesenta, Pablo VI anunciará dramáticamente: “El humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios”.

Hace poco, el famoso exorcista padre Gabriele Amorth, ha explicado que aquel humo de Satanás en el Vaticano debe ser entendido también en sentido literal: hombres bajo el poder de Satanás estarían presentes en la Iglesia y en el mismo Vaticano.
Que este ataque demoníaco incluya también la caída de algunos curas en perversiones como la pedofilia (crímenes contra los hijos de Dios más inocentes e inermes: los niños) fue predicho por la Virgen –por cuanto aparece- en La Salette en 1846 (donde la Virgen preanunció también los sufrimientos del Papa y atentados contra su persona).

La aparición es reconocida por la Iglesia, pero sobre este texto no hay un juicio oficial: “La Iglesia sufrirá una crisis espantosa” habría dicho la Virgen, “se verá el abomino en los lugares santos; en los conventos las flores de la Iglesia será putrefactas y el demonio se volverá como el rey de los corazones  "los sacerdotes con su mala vida se han vuelto cloacas de impureza”.

Ciento cincuenta años después, en el célebre Via Crucis del 25 de marzo de 2005, el Cardenal Ratzinger constatará: “cuánta suciedad en la Iglesia”. Con las pesadas palabras de aquel Via Crucis probablemente Ratzinger y Juan Pablo II intentaron revelar implícitamente (para obedecer a la Virgen), los contenidos aún no publicados del “tercer secreto de Fátima”, del mismo tenor que el de La Salette.

Toda esta serie de apariciones de la Virgen, que convergen en cuanto a contenidos, perseguían el objetivo de advertir que la actual es una época excepcional de la historia de la Iglesia y que hay en acto un auxilio especial del Cielo.

Lo que ocurrió y lo que está ocurriendo prueba que las advertencias proféticas eran auténticas y demuestra también que la Virgen tiene la misión especial de salvar a la Iglesia en esta terrible, larga prueba.

Con tal que se la escuche. Porque el peor error que la clase eclesiástica ha hecho y puede hacer es justamente la de “despreciar las profecías” y “apagar el Espíritu”.

Fue perpetrado con las persecuciones a santos curas, como Padre Pío. Fue repetido en parte con Fátima, refutando, durante decenios, hacer la Consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María (para exorcizar el comunismo) como había sido pedido por la misma Virgen.

En efecto, apareciendo a Sor Lucía, en 1930, Jesús previó la persecución a los papas precisamente a causa de aquella sordera.
Ahora el “plan de salvataje” de la Virgen reaparece con sus apariciones en  Medjugorje (“la prosecución de Fátima”, como Ella misma ha dicho).

Desde cuando comenzaron estas extraordinarias apariciones, en 1981, del otro lado de la cortina asistimos al cumplimiento de varias profecías (sobre la guerra en Yugoslavia) a la caída del comunismo y a una oleada oceánica de conversiones.

Precisamente en estos meses una comisión vaticana, presidida por el Cardenal Ruini, está evaluando las apariciones de Medjugorje, de las que Juan Pablo II era cierto y entusiasta. Deberán decidir si dar acogida a este extremo, formidable socorro sobrenatural o rechazarlo, desmintiendo a Papa Wojtyla.

La clase clerical, que hoy está al centro de la tempestad, debería considerar con humildad la inmensidad de los frutos y de los signos de estas apariciones.

Y, conscientes de sus propios enormes límites, confiar la Iglesia a la protección de María, la Inmaculada, la única “sin mancha”.

En caso contrario…

domingo, 4 de abril de 2010

¡¡Aleluya!!

Oh Cristo, resucita, completa tu victoria
Sobre la muerte cruel que nos asusta.
Tu cuerpo malherido, que descansó tres días,
Se vista ya de luz y de belleza.
Despierta, buen Jesús, del sueño prolongado;
Ahora los que duermen son los guardias.
El soplo del Espíritu remueva la gran losa,
La vida resplandezca en tus heridas.
Queden el sepulcro las vendas y el sudario,
La tristeza y el pecado de los hombres.
Contigo resucita la esperanza.







sábado, 3 de abril de 2010

Sábado de Gloria

Oh Dios, que iluminas esta noche santa con la gloria de la resurrección del Señor, aviva en tu Iglesia el espíritu filial, para que, renovados en cuerpo y alma, nos entreguemos plenamente a tu servicio. Amén.


 




Meditación

   1)     Bonita expresión de la Oración litúrgica de este día: “Oh Dios, que iluminas esta noche santa”. La noche significa oscuridad y sufrimiento, purificación y vacío. En la noche camina y vigila el alma enamorada aguardando la llegada del Amado. San Juan de la Cruz nos lo explica teológicamente diciendo: “He buscado al Amado en mi alma, busquéle y no le hallé…Por las calles y plazas buscaré al Amado de mi alma…Busquéle y no le hallé”. Por eso suspiraba: “¿A dónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido?” Y en la noche encontró el alma al Amado, o mejor, el Amado se dejó encontrar, porque, “Si dormía en corazón siempre velaba” y así enseguida “escuchó sus pasos y su voz”.
   
   2)      Hoy es el día del encuentro, festivo y hondo, del Amado –Cristo resucitado- con la Amada. El alma. Esta noche santa hace que el creyente llene su corazón de inmensa alegría porque su Amado venció la oscuridad de la muerte y del pecado. Esta noche santa es el momento grandioso en que la Luz del Amado penetra hasta el fondo del alma de su Amada, el alma. San Juan de la Cruz: “¡Oh noche amable más que la alborada! ¡Oh noche que juntaste amado con amada, amado con el Amado transformada!”.Prepárate a hacer esa experiencia de encuentro con Cristo glorioso, vencedor de la oscuridad, iluminador de la noche, consuelo y gozo de quien le ama.
¿Le buscas en la oscuridad de tu vida? ¿Le anhelas en la noche oscura del mundo?.

  

Súplica

Señor Jesucristo, el sepulcro vacío es la prueba evidente de tu victoria sobre la oscuridad de la noche y sobre la muerte.

Señor Jesucristo, vencedor sobre el sufrimiento y la amargura. En tu resurrección siembras a puños llenos la alegría íntima y definitiva en los corazones de los hombres que caminan en oscuridad y sombras de muerte.

Señor Jesucristo, Amado del alma que te busca con afán. A veces te escondes para que te busque con mas ardor. Pero te dejas encontrar. Asísteme en esta noche santa para que te pueda encontrar en la gloria de la Pascua. Que mi alma, inundada de tu luz pascual, goce en el silencio más profundo ante tu sepulcro vacío. Amén.


Jaculatoria: “inunda mi alma, Señor, del gozo de tu resurrección”

viernes, 2 de abril de 2010

Viernes Santo

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; santifica a tus hijos y protégelos siempre, pues Jesucristo, tu Hijo, a favor nuestro instituyó por medio de su sangre el misterio pascual. Amén.


 




Meditación

11)      La sangre siempre fue concebida como el principio de la vida. Más aún, la vida estaba en la sangre. Perder sangre era perder un poco de vida. En el Antiguo Testamento, la sangre tenía el poder de perdonar pecados. Así, los judíos sacrificaban un animal y rociaban su sangre sobre el altar y sobre las jambas de las puertas de sus casas. Fue Dios mismo quien di esta orden a Moisés: “Sacrificad un cordero y untad su sangre en las puertas de vuestras tiendas. Cuando el ángel pase esta noche, al ver la sangre, repetará esa casa y ninguno de sus moradores morirá”. O sea, la sangre era señal segura de vida y salvación.
22)      En el Nuevo Testamento, Jesús derramó su sangre para salvar nuestras vidas. Mas aún, San Pedro nos dice: “No fuisteis comprados con oro ni plata, sino con la Sangre del Hijo de Dios”. La Sangre de Cristo derramada en su pasión fue la prenda de nuestra salvación.
Hoy, Viernes Santo, es el día en que la Iglesia venera esa Sangre divina derramada por nosotros. Por eso, en la Oración, dice: “Jesuristo instituyó la Pascua por medio de su sangre”. Es, pues hoy un día de gratitud por esa Sangre de Cristo. Y también es el momento de recordar cuánto valemos para Dios, pues nos compró con su Sangre.
Dale, hoy, gracias al Señor y pregúntate si te paras a pensar lo mucho que vales para el Señor.





Súplica

Señor Jesucristo, Tú eres el Cordero sin mancha, inocente, que cargó con nuestros pecados y quitó los pecados del mundo. Tú eres la víctima inocente que se sacrificó por nosotros derramando su preciosa sangre en el árbol de la cruz.

Con esa sangre, nos compraste para ti, nos convertiste en herencia tuya. Esa Sangre tuya es la llave que nos abrió las puertas del Reino eterno.

En tu Sangre hemos lavado nuestras conciencias manchadas por el pecado y hemos renacido a una vida nueva. En tu Sangre, Señor Jesús, brotó la vida y la felicidad para todos.

Gracias, Señor Jesús, por tu entrega generosa y santificadora. Gracias porque tu Sangre me redimió, me salvó y me perdonó. Amén.


Jaculatoria: “Sangre de Cristo, embriágame”

jueves, 1 de abril de 2010

Jueves Santo

Señor Dios nuestro, nos has convocado hoy para celebrar aquella misma memorable Cena en que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el banquete de su amor, el sacrificio nuevo de la alianza nueva; te pedimos que la celebración de estos santos misterios nos lleve a alcanzar plenitud de amor y de vida. Amén.






Meditación

11)   ¡Menudo regalo el de Jesucristo a su Iglesia en el día antes de morir!. La Oración litúrgica de este Jueves Santo lo llama”el banquete de su amor”. ¡Qué extraño suena unir las palabras banquete y amor! Sin embargo, ¡qué bien suenan juntas en esta Oración!. Este día, la Iglesia universal, las repetirá en cada celebración eucarística que celebre en cada Iglesia católica. Y es que, teológicamente, tienen un nexo profundísimo. San Juan, cuando relata la Última Cena, dice: ”Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo”. Y ese “amor extremado” Jesús lo plasma en un banquete. Es tal el amor de Cristo por los suyos que decide esconderse en un poco de pan y en un poco de vino para que podamos comerlo, hacerlo nuestro, mezclarlo con nuestra propia carne y nuestra propia sangre. ¡Hasta dónde nos amó Jesús! Las madres suelen decir a sus hijos: “¡te comería a besos!”. Pero saben que no lo pueden hacer. Sin embargo, Cristo sí lo pudo hacer y lo hizo. Por eso la Eucaristía, don de Jesús a la Iglesia, es un banquete de amor, el amor que Él sintió por nosotros y la necesidad de estar con nosotros, pues el amor exige cercanía.


Pregúntate si te acercas a ese banquete con ese sentimiento de amor comido; si te preparas dignamente a participar en él; si sientes necesidad de ese banquete.



Súplica

Señor Jesucristo, que, nos amaste hasta el extremo y que quisiste que ese amor estuviese a nuestra disposición, decidiste quedarte en el banquete de tu amor a nuestra disposición.

Es el tuyo un amor entregado, cercano que el hombre puede hacer suyo mediante la participación en ese sagrado banquete.

Nunca nadie estuvo tan cerca de aquel a quien ama. Nunca ningún dios estuvo tan cerca de sus fieles como Tú, Señor Jesús, estás de tus seguidores.

Gracias, Jesús, por haberte quedado con nosotros. Gracias por haberte escondido en un poco de pan y un poco de vino. Gracias porque tu amor no nos ha defraudado. Ayúdame a acercarme a ti con limpieza de alma y lleno de gratitud el corazón. Amén.


Jaculatoria: “Cerca de ti, Señor, yo quiero estar”