Hace un tiempo discutía con un ateo/agnóstico (ni el mismo lo sabía dados los Jack Daniels que llevábamos encima), y traté de hacer un poco de apostolado con él.
Me dió la sensación de hacer el ridículo, de que me miraba con aire condescendiente. Al final la discusión derivó al concepto de pecado, que para mí está claro, pero para el ateo no tiene sentido.
Días después se me ocurrió consultar a un experto llamado Joaquim Meseguer para tener una idea mas centrada de lo que es el pecado y así poder explicárselo a quien esta idea le parezca ridícula. A continuación os pongo mi pregunta y la respuesta que me dieron.
Pregunta
Buenas Noches: Hablando con un agnóstico acerca de cuestiones de religión y de la importancia que para mí -como católico- tiene el pecado; el me respondió con una pregunta: ¿que es el pecado?. Yo le contesté lo mejor que pude a pregunta tan abstracta y amplia, pero me gustaría tener un argumento mas contundente. Entienda Ud. que la contestación a esa pregunta hay que hacérsela a un no cristiano, no creyente y beligerante con la religión. es decir, no supongamos que el tiene la misma idea de pecado que un católico. un saludo y gracias por adelantado. Juan José .
Querido hermano en el Señor:
Posiblemente su amigo agnóstico tenga una idea muy próxima sobre el pecado a la que tenga un católico prácticante, puesto que este agnosticismo se da en una persona que vive en un país de cultura católica y donde la moral cristiana ha configurado el modo ético de pensar y de actuar de las personas. Lo que habitualmente sucede es que no lo quieren reconocer, porque eso les obligaría a replantearse muchas cuestiones y se darían cuenta que están en falso; por este motivo son beligerantes con la religión; en realidad no tienen objeciones intelectuales, sino morales. Piense que la sociedad laica, que seguramente no admite los pecados que la Iglesia muestra a través de los mandamientos, tiene que inventarse nuevos pecados: así, por ejemplo, no pagar a hacienda es un "pecado", conducir a más de 120 km./ h. es un "pecado", fumar en un lugar público o no autorizado es un "pecado", y así podríamos alargar la lista. La sociedad que no sigue la Ley de Dios tiene que inventarse leyes cada vez más restrictivas –y algunas veces absurdas– para regular la convivencia, negando incluso la posibilidad de objeción de conciencia en nuestra democracia.
Seguramente, a su amigo agnóstico no le sirve la definición de pecado como desobediencia voluntaria a la Ley de Dios, ya que él defiende que la existencia o no existencia de Dios no se puede conocer. Por ello el primer paso es que vea el pecado como una ruptura del consenso moral al que hemos llegado en nuestra sociedad; principalmente un atentado contra la regla de oro /(Lo que no quieras para ti no lo quieras para nadie), /que es una norma básica de justicia. A partir de aquí es necesario dar un segundo paso: el consenso moral se puede llevar a cabo y se puede mantener porque hay unos principios trascendentes que están más allá de nuestros acuerdos humanos y los fundamentan: ¿Por qué todos los seres humanos tenemos una dignidad innegable? ¿Quién ha determinado que así sea?, ¿sólo los humanos?; en ese caso, ¿no podría cambiar yo esta norma según mi arbitrio y capricho?, ¿por qué no puedo yo considerarme superior a los demás y actuar en consecuencia? Necesariamente, al final, tirando del hilo hemos de llegar a un primer principio que no puede ser una instancia ética abstracta, sino un Ser supremo, al que llamamos Dios.
Es bueno acudir a los filósofos que han marcado una pauta en la historia del pensamiento. Aunque se trate de una lectura difícil, a su amigo le hará bien leer y comparar la /Crítica de la razón pura/ y la /Crítica de la razón práctica, /de Immanuel Kant. En la primera obra, entre otras cosas, Kant dice que por la sola razón pura es imposible llegar a Dios; en la segunda dice que es necesaria la razón práctica para que todo esfuerzo filosófico no se quede en pura especulación, y a través de la razón práctica fundamenta la metafísica y la existencia de Dios. La formulación que hace Kant viene a ser ésta: El hombre no ha de obrar el bien motivado por una recompensa, pero es justo que quien obra el bien reciba una recompensa; en esta vida hay muchas obras buenas que no obtienen recompensa y en cambio hay muchas malas acciones que no reciben castigo, por lo que la razón práctica postula la necesidad de otra vida en la que se premie y se castigue lo que en esta vida no ha obtenido su justa remuneración; y para que ello sea posible es necesario un juez que arbitre acerca de dicha remuneración. De este modo, Kant, a través de la ética, llega a la conclusión de la existencia de Dios.
Ahora bien, con el deseo de fomentar la responsabilidad de todo ser humano, Kant daba este consejo que se convierte en un elevado principio y precepto moral: «Obra de tal manera que tu proceder pueda convertirse en norma de actuación universal». Pienso que no obrar de este modo es algo en lo que creyentes y no creyentes estaríamos de acuerdo en definir como pecado.
Con mi recuerdo en la oración, reciba un cordial y fraterno saludo.
P. Joaquim Meseguer
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