Reflexión
1.- Una clara contraposición nos presenta la Oración litúrgica de este Sábado de Ceniza. Por una parte, está "nuestra debilidad" y por otra "la omnipotencia divina". La relación entre ambas, entre omnipotencia divina y fragilidad humana, estriba en el hecho de que la fragilidad humana necesita una inyección urgente y constante de omnipotencia divina.
El hombre está amasado de debilidad física psíquica y espiritual. El ser humano no es consistente por sí mismo; es como la flor de un día, florece, perfuma su entorno y fenece. Nadie está seguro de sí mismo.
2.- El hombre sabio reconoce y acepta su debilidad y construye su vida, no sobre sí mismo, sus potencialidades, sino sobre la omnipotencia divina. "Si no os apoyáis en mí, no subsistiréis", dice el señor (Isaías 7,9). Es, pues, sobre la omnipotencia divina que hemos de edificarnos y echar raíces. Por eso, la Iglesia, consciente de nuestra fragilidad, le pido hoy al Señor que "extienda su mano sobre nosotros".
"Bien sabe Dios que estamos hechos de barro", dice el salmista. El barro es, pues el origen y el destino último del hombre. Por eso, ¿cómo confiar en nosotros mismos, siendo barro y además pecador?,
3.- Pregúntate: ¿Es Dios mi punto de apoyo o busco otros apoyos? ¿Cómo traduciré en mi vida la afirmación divina: "Si no os apoyáis en mí, no subsistiréis?
Súplica
Señor Jesucristo, mira mi fragilidad. Del barro me sacaste y al barro volveré. Él, el barro, es mi elemento constructor y basilar. ¿Qué resistencia me puede ofrecer el polvo de la tierra?.
Amasado estoy Señor, de debilidad. No tengo consistencia en mi carne ni en mi espíritu. Tengo siempre una espada pendiente sobre mi cabeza y mi alma. Cuando menos lo espero, Señor, caigo y vuelvo a la fragilidad del polvo.
Quiero apoyarme en ti, Señor Jesús. Quiero afianzarme en tu fuerza poderosa, en tu gracia misericordiosa. Extiende tu mano poderosa y robustece mi debilidad.
Amén.
Jaculatoria
Extiende tu mano sobre mí, Señor.
Reflexión Final
Fijaros en la frase:
Nadie está seguro de sí mismo
El santo puede perderse. El que hoy es pecador mañana puede ser santo. La salvación no es segura. El que nunca ha matado o robado, es suficiente con que las circunstancias encuentren su precio. Todos tenemos un precio, unos límites, unas zonas débiles que sólo necesitan ser atacadas debidamente por el diablo para perdernos.
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