miércoles, 30 de marzo de 2011

TERCER LUNES DE CUARESMA

Señor, purifica y protege a ti Iglesia con misericordia contínua y, pues sin tu ayuda no puede mantenerse incólume, que tu protección la dirija y la sostenga siempre. Amén.

Meditación

1.- La Iglesia es: "una comunidad de hombres débiles, frágiles, inconsistentes. Los que formamos la Iglesia carecemos de la fuerza necesaria para estar a la altura de nuestro bautismo. Hemos prometido en la fuente bautismal vivir una vida alejada del pecado, renunciamos asimismo a las obras del mal y del maligno. Sin embargo, nuestra realidad personal nos confirma cuán lejos estamos de aquellas promesas y renuncias. Y eso se debe a nuestra natural inconsistencia. Por eso hoy la Iglesia dice: "no podemos mantenernos incólumes sin tu ayuda". Necesitamos su ayuda par no caer, para mantenernos firmes en todo cuanto prometimos y profesamos en el Bautismo. Hacemos nuestra la afirmación del salmista: "Nuestro auxilio es el nombre del Señor".

2.- Sólo quien se sabe pobre de solemnidad extiende la mano para pedir limosna. Sólo quien se reconoce moralmente incapaz e impotente para vivir conforme a su vocación, abre las puertas de su corazón, grita a Dios solicitando ayuda. Eso es lo que hace hoy la Iglesia. Como los Apóstoles en medio de la tormenta, le gritamos a Jesús: "¡Señor que me hundo!". Y la mano extendida de Cristo nos mantiene a flote..

Pregúntate: Si te reconoces frágil e incapaz de vivir a la altura de tu vocación bautismal.

Pregúntate: Cuándo fué tu última caída por contar con tu fuerza y no con la mano del Señor.

Pregúntate: Si acudes al Señor continuamente pidiéndole la limosna de su fortaleza.


Súplica

Señor Jesucristo, purifícame y protégeme con tu misericordia infinita, cercana y tierna. Extiende t mano vigorosa y sácame del atolladero donde por mi debilidad, me he metido, olvidándome de las promesas que te hice en el santo Bautismo.

Frágil soy e inconsistente, Señor Jesús; impotente para mantenerme en pie por mis solas fuerzas; mi voluntad no basta para vivir en dignidad bautismal.

Como Pedro y los demás Apóstoles te grito desde lo hondo de mi corazón: ¡Señor, no permitas que me hunda, no permitas que siga anclado en el mal, no permitas que viva a espaldas de tu amor!.

Déjame cogerme a tu mano todopoderosa; déjame sentir el vigor divino de tu gracia en mi corazón.

Amén.

Jaculatoria

¡Señor , dame tu mano!

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