domingo, 3 de abril de 2011

CUARTO DOMINGO DE CUARESMA

Señor, que reconcilias contigo a los hombres por tu Palabra hecha carne, haz que el pueblo cristiano se apresure, con fe viva y entrega generosa, a celebrar las próximas fiestas pascuales. Amén.

Meditación

1.- La Palabra hecha carne es la persona de Nuestro Señor Jesucristo. Él es la cución que la humanidad pagó para que Dios la perdonase y admitiese de nuevo a su amistad. Cristo es el puente que une al hombre con Dios. Cristo es quien nos ha reconciliado con el Padre. Y reconciliar significa volver a la amistad perdida. El hombre, todo hombre, por su pecado libre, voluntario y personal, había roto la amistad con Dios. Una ruptura que él no podía reparar pues, toda ofensa se mide por el ofendido. Por tanto solamente el ofendido puede perdonar y volver a abrir sus brazos a quien de ellos se había alejado.

Cristo, siendo Dios y hombre, quiso, pudo y reconcilió al hombre con su Padre eterno. Los brazos abiertos en la cruz son ese puerto de acogida de todo aquel que quiera volver a la antigua amistad perdida. Pero eso a Cristo le costó la vida.

2.- Celebrar y vivir la fiesta de Pascua significa aceptar gozosamente esa intercesión de Jesús. Es reconocer su incapacidad para volver a los brazos del Padre. Es gozar sabiendo que, gracias a Cristo, se nos han abierto de par en par las puertas de los brazos paternos.

3.- Esta debe de ser la idea que prime en nuestra mente y en nuestro corazón cada día de Cuaresma. La gratitud más sincera, gozosa y profunda ha de brotar espontáneamente de nuestro corazón ¿Cómo no vivir agradecimiento tamaño gesto de Cristo?

Pregúntate: si gozas interiormente de esta reconciliación, y cómo se lo vas a agradecer en este día.


Súplica

Señor Jesucristo, con tu muerte en la cruz me has reconciliado con Dios, tu Padre y mío. Tu Sangre me liberó de la esclavitud del pecado y me abrió el camino de vuelta a los brazos de Dios Omnipotente.

Te doy gracias, Señor Jesús, porque aceptaste libremente la pasión para pagar así el rescate de mi alma. Y es que, Señor, para ti tengo un valor infinito y eterno.

Te doy gracias, Señor, porque, en estos días cuaresmales, me haces comprender lo importante que soy para ti  y el amor que me tienes. Ayúdame, Jesús, a vivir gozosamente estos días; no me dejes vivir únicamente de ritos y ceremonias sino que sienta en mi corazón un profundo y una gratitud inmensa por haberme reconciliado contigo y con el Padre.

Amén.


Jaculatoria

Me has comprado con tu sangre, Señor.

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