Meditación
1.- En la encarnación del Verbo de Dios la divinidad asumió nuestra humanidad. Así, El Eterno tiene, desde entonces, dimensión temporal; el Omnipotente se hace limitado y pobre; el Creador se hace criatura; el Todopoderoso se hace dependiente; el Señor de todo se hace esclavo de todos; el Espiritual, se hace material.
2.- En la Encarnación del Verbo de Dios, nosotros, los hombres, nos engarzamos en la divinidad. Los temporales nos hacemos eternos; los pobres nos hacemos ricos; los esclavos nos hacemos libres; los materiales nos hacemos espirituales. Suplicamos al Padre: "que lleguemos a hacernos semejantes a Él -Jesús- en su naturaleza divina".
3.- En la Encarnación del Verbo de Dios, tiene lugar un admirable intercambio: Él nos hace partícipes de su divinidad y nosotros le pasamos nuestra humanidad. Lógicamente Él sale perdiendo y nosotros ganando.
La Encarnación del Verbo de Dios exige de nosotros que vivamos conforme a la dignidad de ser hijos de Dios, seres divinizados, herederos de una dimensión eterna.
Pregúntate: si vives conforme a esa dignidad; si eres consciente de tu dimensión divina, qué forma de vivir brota de esa nueva condición de ser humano divinizado.
Súplica
Señor Jesucristo, Verbo eterno del Padre e Hijo cosubstancial con Él Te doy gracias de todo corazón por haber aceptado hacerte hombre para salvarnos a los hombres. Te doy gracias por haberte hecho mortal para regalarme tu divinidad; por haberte hecho pobre para enriquecerme con tu pobreza.
Gracias de todo corazón, Señor Jesús, por haberme dado la libertad de espíritu aunque para ello tuviste que hacerte esclavo.
Gracias, Señor Jesús, por compartir mi pequeñez, mis limitaciones, mis sufrimientos y mis alegrías.
Cóncedeme la gracia de vivir conforme a mi dignidad de heredero de vida eterna, de hijo del Padre y de compartir contigo tu divinidad.
Amén.
Jaculatoria
Hágase en mí según tu palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario