Meditación
1.- Para entender y vivir la petición que hoy hace la Iglesia al Señor, conviene clarificar conceptos. "Los sacramentos divinos" y "los auxilios terrenos" son ayudas eficaces que Dios nos ofrece para una renovación interior. Le decimos a Dios hoy que Él "renueva el mundo". No renueva Dios un mundo material sino el mundo espiritual, o sea, la humanidad, el corazón del hombre. Dios "renueva interiormente al hombre, dándole un corazón nuevo". Y esa renovación la hace el Señor por medio de los sacramentos divinos. El corazón del hombre, lleno de soberbia y vanidad, es incapaz de autorenovarse. Esa renovación interior es obra exclusivo de Dios. Jesús se lo había dicho a Nicodemo: "Lo que nace de la carne, es carne, lo que nace del espíritu, es espíritu". Por eso oramos diciendo: "Oh Dios, que renuevas el mundo". Es, pues, Dios el autor de nuestra renovación. Y nos renueva interiormente mediante los sacramentos divinos. Todo sacramento dignamente recibido es un auxilio divino que Dios nos ofrece para hacer nuevo nuestro corazón.
Pregúntate: si te dejas renovar por Dios o si le pones pegas. Cómo recibes los sacramentos, si te preparas adecuadamente y con respeto sabiendo que se trata de auxilios divinos.
Súplica
Señor Jesucristo, Restaurador de mi espíritus, mira mi corazón herido y magullado por el pecado, por la soberbia y la avaricia, por la pereza y la envidia, por la ira y la gula. Mira mi corazón imposibilitado para reconvertirse en un corazón nuevo y amante, un corazón generoso y desprendido, un corazón humilde y cariñoso.
Ponte manos a la obra Señor, y renuévame por dentro. Limpia mis pecados e imperfecciones. Sana las heridas que el mal ha abierto en mí. Y haz que, con el auxilio infinito de tus sacramentos, mi corazón reciba tu bálsamo sanador que cicatrice mis heridas.
Quita mi corazón de piedra y pon uno de carne, sensible, cercano, cariñoso y agradecido.
Amén.
Jaculatoria
Sana mi corazón herido, Señor.
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