viernes, 2 de abril de 2010

Viernes Santo

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; santifica a tus hijos y protégelos siempre, pues Jesucristo, tu Hijo, a favor nuestro instituyó por medio de su sangre el misterio pascual. Amén.


 




Meditación

11)      La sangre siempre fue concebida como el principio de la vida. Más aún, la vida estaba en la sangre. Perder sangre era perder un poco de vida. En el Antiguo Testamento, la sangre tenía el poder de perdonar pecados. Así, los judíos sacrificaban un animal y rociaban su sangre sobre el altar y sobre las jambas de las puertas de sus casas. Fue Dios mismo quien di esta orden a Moisés: “Sacrificad un cordero y untad su sangre en las puertas de vuestras tiendas. Cuando el ángel pase esta noche, al ver la sangre, repetará esa casa y ninguno de sus moradores morirá”. O sea, la sangre era señal segura de vida y salvación.
22)      En el Nuevo Testamento, Jesús derramó su sangre para salvar nuestras vidas. Mas aún, San Pedro nos dice: “No fuisteis comprados con oro ni plata, sino con la Sangre del Hijo de Dios”. La Sangre de Cristo derramada en su pasión fue la prenda de nuestra salvación.
Hoy, Viernes Santo, es el día en que la Iglesia venera esa Sangre divina derramada por nosotros. Por eso, en la Oración, dice: “Jesuristo instituyó la Pascua por medio de su sangre”. Es, pues hoy un día de gratitud por esa Sangre de Cristo. Y también es el momento de recordar cuánto valemos para Dios, pues nos compró con su Sangre.
Dale, hoy, gracias al Señor y pregúntate si te paras a pensar lo mucho que vales para el Señor.





Súplica

Señor Jesucristo, Tú eres el Cordero sin mancha, inocente, que cargó con nuestros pecados y quitó los pecados del mundo. Tú eres la víctima inocente que se sacrificó por nosotros derramando su preciosa sangre en el árbol de la cruz.

Con esa sangre, nos compraste para ti, nos convertiste en herencia tuya. Esa Sangre tuya es la llave que nos abrió las puertas del Reino eterno.

En tu Sangre hemos lavado nuestras conciencias manchadas por el pecado y hemos renacido a una vida nueva. En tu Sangre, Señor Jesús, brotó la vida y la felicidad para todos.

Gracias, Señor Jesús, por tu entrega generosa y santificadora. Gracias porque tu Sangre me redimió, me salvó y me perdonó. Amén.


Jaculatoria: “Sangre de Cristo, embriágame”

jueves, 1 de abril de 2010

Jueves Santo

Señor Dios nuestro, nos has convocado hoy para celebrar aquella misma memorable Cena en que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el banquete de su amor, el sacrificio nuevo de la alianza nueva; te pedimos que la celebración de estos santos misterios nos lleve a alcanzar plenitud de amor y de vida. Amén.






Meditación

11)   ¡Menudo regalo el de Jesucristo a su Iglesia en el día antes de morir!. La Oración litúrgica de este Jueves Santo lo llama”el banquete de su amor”. ¡Qué extraño suena unir las palabras banquete y amor! Sin embargo, ¡qué bien suenan juntas en esta Oración!. Este día, la Iglesia universal, las repetirá en cada celebración eucarística que celebre en cada Iglesia católica. Y es que, teológicamente, tienen un nexo profundísimo. San Juan, cuando relata la Última Cena, dice: ”Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo”. Y ese “amor extremado” Jesús lo plasma en un banquete. Es tal el amor de Cristo por los suyos que decide esconderse en un poco de pan y en un poco de vino para que podamos comerlo, hacerlo nuestro, mezclarlo con nuestra propia carne y nuestra propia sangre. ¡Hasta dónde nos amó Jesús! Las madres suelen decir a sus hijos: “¡te comería a besos!”. Pero saben que no lo pueden hacer. Sin embargo, Cristo sí lo pudo hacer y lo hizo. Por eso la Eucaristía, don de Jesús a la Iglesia, es un banquete de amor, el amor que Él sintió por nosotros y la necesidad de estar con nosotros, pues el amor exige cercanía.


Pregúntate si te acercas a ese banquete con ese sentimiento de amor comido; si te preparas dignamente a participar en él; si sientes necesidad de ese banquete.



Súplica

Señor Jesucristo, que, nos amaste hasta el extremo y que quisiste que ese amor estuviese a nuestra disposición, decidiste quedarte en el banquete de tu amor a nuestra disposición.

Es el tuyo un amor entregado, cercano que el hombre puede hacer suyo mediante la participación en ese sagrado banquete.

Nunca nadie estuvo tan cerca de aquel a quien ama. Nunca ningún dios estuvo tan cerca de sus fieles como Tú, Señor Jesús, estás de tus seguidores.

Gracias, Jesús, por haberte quedado con nosotros. Gracias por haberte escondido en un poco de pan y un poco de vino. Gracias porque tu amor no nos ha defraudado. Ayúdame a acercarme a ti con limpieza de alma y lleno de gratitud el corazón. Amén.


Jaculatoria: “Cerca de ti, Señor, yo quiero estar”

miércoles, 31 de marzo de 2010

¿Conoces a Benedicto XVI?

Ahora que las alimañas se dedican a atacar con ferocidad al Papa, os pongo éste estupendo vídeo que he encontrado sobre él en www.religionenlibertad.com

Miércoles Santo

Oh Dios, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Amén.







Meditación


11)  ¿Podría habernos salvado el Señor sin tener que encarnarse, pasar por la pasión y morir en la cruz?, Ciertamente que sí. Entonces, ¿por qué el Padre escogió ese camino de salvación e hizo que lo recorriera su Hijo predilecto?. No tenemos respuesta filosófica a la cuestión. ¿Tiene sentido y valor el sufrimiento?. ¿Por qué sufren los inocentes, como fue el caso de Jesucristo?. El sufrimiento, en sí mismo considerado, es siempre un mal. Sin embargo, el sufrimiento por amor sí tiene sentido. Para que el sufrimiento tenga valor y se vea su lado positivo hay que verlo desde la óptica del amor. Solamente el amor llena de sentido el sufrimiento. Amar significa renunciar a uno mismo para buscar la felicidad del otro. Amar significa renunciar a uno mismo para que el otro, el amado, sea feliz. Amar significa sacrificar la propia voluntad para que el otro encuentre su camino de felicidad. Por eso, San Juan de la ruz decía: ¿Qué sabrá de amar quien no sabe sufrir?


2)   Ese fue el camino que Dios Padre eligió para su Hijo a favor nuestro. Quien rompe, paga, dice el refrán. El hombre rompió su amistad con Dios y debía pagar por esa ruptura voluntaria. Y el Padre, horno de amor infinito, amándonos sin límite, cargó sobre su Hijo la responsabilidad de pagar por nosotros. La Pasión y Muerte de Jesús es la evidencia del amor infinito que Dios nos tiene. Ese amor sacrificado del Padre y del Hijo es lo que hoy la Iglesia le recuerda al Señor en la Oración que nosotros compartimos.

Pregúntate si, como Cristo, sabes sufrir por amor.

Pregúntate si, como Cristo, estás dispuesto a sufrir por la felicidad de los demás. 


Súplica


Señor Jesucristo, que sufriste la pasión y la cruz únicamente por amor a los hombres y en obediencia amorosa a tu Padre celestial, mira a tu Iglesia en oración, y abre para ella las puertas de tu misericordia.

Que todos los bautizados apreciemos y agradezcamos vivamente tu sacrificio de inmolación en el patíbulo del Gólgota. Que sepamos reconocer el amor infinito y tierno que te movió a encarnarte sufrir la pasión y morir como un malhechor entre dos ladrones.

Gracias, Jesús, por tu amor sacrificado; gracias por aceptar de la mano del Padre, subir al madero en nuestro lugar; gracias porque, mediante tu sacrificio personal, nos has devuelto a los brazos misericordiosos de tu Padre. Amén.



Jaculatoria: “Por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor”

martes, 30 de marzo de 2010

Martes Santo

Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la pasión del Señor, que alcancemos tu perdón. Amén.






Meditación

1)   Son estos días santos la ocasión propicia para que se cumpla en nuestra vida la súplica de San Ignacio de Loyola: Pasión de Cristo, confórtame. Pocos son los asideros que tenemos los hombres a los que podemos agarrarnos en los momentos de desasosiego y turbación. Acudimos a asideros humanos, pero estos, si bien ayudan y consuelan, sin embargo, ni son constantes ni son definitivos. Solamente encontraremos conforto permanente y adecuado en la pasión de Cristo. Comparar nuestros sufrimientos con los de Jesús, aceptar que sus sufrimientos y muerte no fueron gratuitos sino la moneda de cambio de nuestra liberación interior. Asumir que, si en el campo espiritual podemos respirar aliviados por haber sido perdonados, se lo debemos a Cristo traicionado, entregado, abofeteado, escupido, flagelado, insultado y crucificado. Ese camino de pasión es nuestra seguridad y la paga que Él pagó por nosotros

2)   ¿Cómo hacer para que  la pasión de Cristo nos conforte, como decía San Ignacio?. Varios son los caminos, pero hoy, la Iglesia nuestra Madre, nos propone, en la Oración de este Martes Santo, un camino seguro: “participar vivamente en las celebraciones pascuales”. Evitar toda rutina, todo formulismo, toda mediocridad. Poner alma, corazón y vida en los ritos santos

Pregúntate cómo vives la pasión de Jesús. 

Pregúntate si meditas frecuentemente la Pasión del Salvador, si la tienes presente en tu vida. 

Pregúntate qué vas a hacer para que tu participación litúrgica de estos días se imprima en tu corazón.

Súplica

Señor Jesucristo, redentor y salvador mío, emprendiste el camino del Gólgota para romper las ataduras que con el pecado me ataba al mal. Tus escarnios y sufrimientos, tu corona de espinas y tus azotes, tus caídas bajo el peso de la cruz y tu muerte clavado a un madero ante la vista de todos, me muestran hasta dónde me has amado y me sigues amando.

Pensar en tu pasión, Señor Jesús, me reconforta el alma y me da paz y sosiego interior, pues sé que toda esa pasión fue por mí.

¿Cómo agradecerte, Señor, tu generosidad amorosa para conmigo?. Te pido en este día que viva estos días santos de tu pasión con un verdadero sentimiento interior de gratitud, sabiendo que, gracias a ella, me perdonaste para siempre mis pecados y me liberaste de los lazos del maligno. Amén.


Jaculatoria: “Pasión de Cristo, confórtame”