martes, 28 de diciembre de 2010

RETIRO ESPIRITUAL: MEDITACIÓN 6

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí. Que me ves, que me oyes., te adoro con profunda reverencia. Pido perdón por mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi padre y señor, ángel de mi guarda, interceded por mí.

Vamos a empezar la meditación de hoy fijándonos en Julián Marías, el gran pensador cristiano. Un hombre con una autoridad moral muy importante. Una vez Julián Marías fue invitado a dar una charla a altos cargos de la Iglesia, obispos, vicarios, arciprestes, etc.


Le hicieron una pregunta: Si tuviera usted que predicar a los fieles, ¿de qué les hablaría?, aprovéchese, tómese la revancha. Habrá oído usted muchas homilías, pero ahora, usted, de qué hablaría a los que predican la palabra de Dios.



La respuesta fue: Yo les hablaría de la muerte. Ustedes se van a morir ¿no?. Esto es obvio, ¿no lo sabían?. Es que nadie se lo cree. Todo el mundo vive como si no se fuera a morir. Pero se van a morir. Como Julián oyera ciertas risitas nerviosas y viera cierta incomodidad, recalcó: Miren, no puede ser. La gente vive como si la muerte no existiera y eso es muy grave. Siguió con una serie de consideraciones sobre la muerte que dejó a sus oyentes muy tristes y pensativos.

La muerte tiene mucha importancia para nosotros. Por un lado es un hecho biológico, pero para nosotros, los cristianos, iluminados por la fe, la muerte no es solamente un hecho natural. Hablamos de la muerte como la des-animación del cuerpo, la separación del cuerpo y del alma.



El cuerpo, ya no es apto para seguir portando el alma que ya ha sido llamada por Dios. Es el inicio de la vida con mayúsculas. Los existencialistas, los ateos, dicen que el hombre está hecho para la muerte, para la nada. No es verdad. Estamos hechos para la vida eterna, de la cual la muerte es solamente una puerta. Este es el símil que mejor se ajusta a la definición de muerte. Una puerta, un instante, antes del cual todavía hay vida e inmediatamente después, sólo eternidad. Lo importante, es lo que nos vamos a encontrar tras esa puerta.

La muerte Es un tema cautivador, nos hace pensar, a lo largo de la historia muchos filósofos han escrito muchas páginas para hablar sobre la muerte buscando respuestas que nunca encontrarían. Platón decía que la vida era una meditación para la muerte (una gran frase ¿verdad?). La muerte es un motor para filosofar.



Al hablar seriamente de la muerte, la gente no quiere bromas. Llama la atención, la actitud de muchos familiares ante una persona que está en tránsito y dicen al cura: Padre, entre, pero no le diga que se va a morir. En cada momento de la vida, Dios nos da una gracia, un auxilio especial. Los moribundos tienen una especial paz y tranquilidad. Si alguien se queja mucho porque se va a morir, eso quiere decir que no se muere, al menos hoy no.

Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y eso es lo que nos confunde. Para nosotros Jesús, cuando asumió la muerte, dejó de existir. No miremos la muerte en sí  misma. Pensemos como estamos viviendo de cara a la eternindad. Todo ser viviente se dirige a un lugar. Pregúntate que buscas en la vida. El que amontona riquezas es amonestado por Dios: “insensato esta misma noche te van a reclamar la vida”. No andéis preocupados por qué comeréis, y como vestiréis. Como Dios me va a ayudar a mi?. Cuando uno hace lo que puede, Dios pone el resto. Dios provee. Buscad primero el reino de Dios y Su justicia y lo demás se os dará por añadidura.



Cuantas veces nos afanamos en lo material, y luego, si sobra algo de tiempo, buscamos a Dios. Cuando tenemos bienes de sobra, tendemos a olvidarnos de Dios, pensando que nos valemos por nosotros mismos. ¿Qué buscas en esta vida?. Atesora bienes en el cielo, haced obras buenas de cara a la eternidad. Nos preocupan mucho las cuentas corrientes aquí en la tierra. Tanto el que las tiene como el que no. No es que no haya que preocuparse por eso, somos hombres del mundo. Pero siempre intentando rectificar la intención. Vivimos como náufragos tanto si tenemos como si no, y lo pasamos mal. ¿Qué te preocupa?. ¿a quién debo temer?. Hay que temer a quien pueda robarte el alma. Todo lo demás tiene un valor relativo.

¿Qué significa para ti morir?, esto es importante. Si vivimos para Cristo, la muerte es una ganancia. San Josemaria decía que era muy cómodo morirse. El quería vivir muchos años para dar gloria a Dios.



¿Para que quieres vivir?. La mayoría de vosotros diréis: mire usted, yo vivo al día, hago lo que puedo, traigo un sueldecillo a casa, etc. Y entonces, ¿qué significa morir?. ¿Desconexión?, ¿desenchufar el aparato?. Es importante pensar ¿para que vivimos?, ¿para el cielo?. Quien piense en el cielo y en la eternidad, cambia su percepción de las cosas aquí abajo en la tierra. Precisamente entonces es cuando adquieren mayor importancia, porque lo entienden como un servicio a Dios. Un servicio, en Cristo, a las almas. Verás a tu mujer ya no sólo como una compañera de viaje, sino como una criatura que dios te ha encargado que cuides, que la hagas feliz en la tierra. Cada hijo es una criatura que Dios te ha confiado para la eternidad no solamente para que se haga abogado. Dios te ha confiado a tu familia para que la lleves al cielo.

Durante las persecuciones del emperador Trajano, la cuestión para los cristianos era simple: si no renuncias a la fe, a los leones. Cuando le llegó esta disyuntiva a san Ignacio de Antioquía, escribió a sus apenados discípulos: “para mí es mejor morir por Jesucristo que reinar sobre los confines de la tierra, busco a Aquel que murió por nosotros, quiero a Aquel que resucitó por nosotros. No impidáis que viva, no queráis que muera”

Hay que trabajar muy duro aquí en la tierra, amar a este mundo apasionadamente. Después de este mundo vendrá el juicio, y sólo nos valdrán nuestras buenas obras. Visitar a los enfermos, ir a ver a los ancianos, colaborar con los comedores sociales, etc.



Necesitas un plan de vida espiritual, se nos olvida lo más importante. Vivimos cara a la eternidad, esta vida, este mundo, se nos escapa de las manos. Pensad en el juicio. No sabes si el mañana llegará para ti. Vive todos tus días como si fueran el último.

Te doy gracias Dios mío por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones, que me has comunicado en esta meditación, te pido ayuda para ponerla por obra. Madre mía inmaculada, San José mi padre y señor, ángel de mi guarda, interceded por mí.

sábado, 18 de diciembre de 2010

RETIRO ESPIRITUAL: MEDITACIÓN 5

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí. Que me ves, que me oyes., te adoro con profunda reverencia. Pido perdón por mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi padre y señor, ángel de mi guarda, interceded por mí.

San Juan de la Cruz era un hombre de corta estatura. Santa Teresa lo llamaba mi medio frailecico. De este santo tenemos noticia de su primera misa. Por lo que cuentan los cronistas, al santo le entró verdadero pánico antes de decir su primera misa. Un terror que le hacía retraerse por la dignidad del sacerdocio. El era consciente por su especial sensibilidad espiritual de la grandeza de ser sacerdote.

Al comenzar la santa misa, San Juan de la Cruz, notó que las dificultades se intensificaban. Entonces brotó de su corazón un deseo muy intenso de tocar con las manos el cuerpo de Cristo, y a la vez le pidió al señor un favor: “Señor, que nunca te ofenda mortalmente, que nunca cometa un pecado mortal”. Y también pidió experimentar en su corazón la denominada; “aversión a todo pecado venial deliberado”.



El señor concedió estos deseos, lo que posibilitó que San Juan de la Cruz tuviera un corazón puro y una gran sencillez espiritual.

Yo quería en esta meditación, más que hablar del pecado, hablar de la tentación, que es el acto previo. Conocer a los enemigos del alma. San Juan habla de la concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida. Para el catecismo de la Iglesia Católica, los enemigos del alma, son el mundo, el demonio y la carne. Son los que te impedirán alcanzar la santidad.



Es muy importante que sepas que el demonio te odia. Alguien dijo una vez que el demonio le daba pena porque no podía salvarse. Gran error. El demonio te odia porque tú eres capaz de dios y el no, y te odia por eso, te envidia y quiere para ti lo peor.

El mundo no es malo en sí mismo. Debemos pedir a Dios que nos preserve del mal, no que nos aleje del mundo, pues somos el centro de la creación.

No menospreciar nunca el poder del demonio. El ataque del diablo es psicológico y muy intenso. Incluso las personas más santas y experimentadas son víctimas de sus garras. El demonio es capaz de sacar el mal incluso de una persona buena y que hace buenas obras. La tentará psicológicamente haciéndola creer que es buena. De ahí a la soberbia sólo hay un paso.



Jesús fue conducido por el Espíritu para allí ser tentado por el diablo. Tú estás leyendo esta meditación porque fuiste llevado por Dios. Puedes elegir y no hacerlo usando tu libertad, pero Dios te lleva. Este punto es importante. El Espíritu Santo actúa y mueve a las almas. Y hay que estar muy atento, de ahí la importancia de la frase del rey Salomón: “dame señor un corazón sabio”, un corazón que sepa todo lo que necesito saber. El Espíritu Santo nos lleva todos los días a circunstancias muy diversas

Cada día de nuestra vida es volverle a decir que sí a Dios. San Marino fue un general romano que ganó una gran batalla. Aún no era santo, pero sí buen cristiano. El emperador le concedió una gran condecoración. En la ceremonia alguien le dijo al emperador que Marino es cristiano. Se hizo un gran silencio, porque estaba prohibido ser cristiano. El emperador le pregunto ¿tú eres cristiano?. El dijo que sí sin dudarlo. En esa época, bautizarse equivalía a pena de muerte por ley. Todos los días tenemos que elegir.



40 días ayunó Jesús, y el hambre no era metafórica, ni el número de días. El demonio le tentó, en primer lugar,  con la vanidad: “haz que estas piedras se conviertan en pan”. El demonio tienta cuando sabe que estamos débiles.

“Si eres hijo de Dios, haz que estas piedras se conviertan en pan”. Es como decir, tú que eres poderoso, si tienes hambre, por qué no te resuelves el problema del hambre, ¿que más te da?, si no te ve nadie. Es la tentación de vivir como si Dios no existiera. Vivir resolviendo yo mis problemas, valiéndome yo de mi mismo.

Y, ¿qué hace luego el tentador?. Lo lleva al pináculo de la ciudad santa, al alero del templo. “Si eres hijo de Dios, tírate abajo porque tus ángeles te recogerán”. Muchas veces tentamos a Dios, cuando le pedimos cosas extraordinarias a las que no tenemos derecho: “no tentarás al señor tu Dios”. Es vivir como si mi libertad no existiera, o como si Dios no existiera. Este es la gran tentación del demonio: la irresponsabilidad, la inmadurez. El hacer que todo dependa de Dios, y yo no poner nada de mi parte.



El demonio, desesperado por el fracaso, lleva a Jesús a un monte, le muestra los reinos de la tierra y le dice: “todo esto te daré si postrándote ante mí de rodillas, me adorares”. El demonio siempre miente: siempre, siempre, toda tentación viene precedida por una mentira. Luego cuando has caído vienen las lamentaciones “qué tonto he sido”, “lo sabía”, etc. El tentador, lo que le quiere decir a Jesús es: “mira, yo te voy a conceder la gloria sin la cruz”, simplemente con un pequeño gesto. Y no hay gloria sin cruz, no hay amor sin cruz. El tentador dice: “no vas a pasar por el calvario para obtener la gloria, sólo tienes que adorarme”. Ahí están por ejemplo todos los diosecillos que adoramos porque nos prometen la felicidad.

Los becerros de oro, como el que construyeron los israelitas mientras Moisés estaba orando en el monte. Diosecillos, idolillos, de esto hay muchos ejemplos. Los hobbies absurdos, las aficiones compulsivas, el coleccionismo, la acumulación de objetos, el consumismo, el culto al cuerpo, en definitiva, todos los mitos materiales y humanos. El demonio te promete lo que no te puede dar. Un mundo sin esfuerzo es la falsa promesa del demonio.

Hagamos nuestra la petición de san Juan de la Cruz: “Señor que nunca más cometa un pecado grave que me aparte de ti”

Te doy gracias Dios mío por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones, que me has comunicado en esta meditación, te pido ayuda para ponerla por obra. Madre mía inmaculada, San José mi padre y señor, ángel de mi guarda, interceded por mí.

lunes, 13 de diciembre de 2010

RETIRO ESPIRITUAL: MEDITACIÓN 4

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí. Que me ves, que me oyes., te adoro con profunda reverencia. Pido perdón por mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi padre y señor, ángel de mi guarda, interceded por mí.

Los caminos que Dios se traza para venir a los hombres son caminos de amor, Dios es amor, y siempre viene por ese sendero. Un sendero en el que siempre acierta, porque, en efecto, se le puede rechazar, pero para nosotros el sabernos amados por Dios es el motor primero. Por experiencia propia o ajena, en casos recientes e históricos, uno se queda admirado, de cómo Dios toca el alma de sus criaturas. A la vez con un gran respeto. Respetando la libertad de las almas. El señor llama, a nuestra puerta, esperando a que “si alguno me abre, entraré y cenaré con él”. Para los judíos, cenar es un acto que sólo se hacía con la familia o los muy cercanos. Y ya que estás aquí con el señor, pídele un corazón sabio, como hizo el rey Salomón.



La sabiduría no es saber muchas cosas, sino sólo las que importan para alcanzar la salvación: el que se salva, sabe y el que no se salva, no sabe nada. Durante siglos se nos ha transmitido que la santidad es camino de unos pocos que se apartan del mundo. Sin embarga todos los caminos de la tierra son ocasión de encuentro con Dios: el camino del sufrimiento, el camino de la dicha, el camino del triunfo y el camino del fracaso.

Un joven francés, de clase alta, tuvo unos padres que se dedicaban a ir de fiesta en fiesta y tenían abandonado a este joven. Al final este hombre padeció de soledad, falta de afectos, buscó unos amigos, se echó una novia. Nada le llenaba. Con 21 años tuvo una desgraciada ocurrencia con los amigos: iban a comprar un velero y a dedicarse a navegar. No hay dinero para la compra del barco, y no se les ocurre otra que atracar un banco. El atraco sale mal. Matan a un guardia y le echan la culpa a este joven. Es juzgado y condenado a muerte en la guillotina. El joven, en la cárcel se convierte a Jesucristo. Empieza a hacer apostolado con otros presos. Deja un diario precioso de su proceso de conversión. Finalmente es ejecutado y hoy está en proceso de canonización.



Esta historia ilustra que Dios nos encuentra en cualquier sitio. Incluso en la guillotina. Acordaos de los dos ladrones crucificados al lado de Jesús. Allí, culpables los dos, con igual condena los dos, a la misma distancia de nuestro señor, y sin embargo, uno escoge la vida y el otro la muerte. Es la libertad, Dios no condena. Nos condenamos nosotros, y lo sabemos.

Soñé que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio y descubrí que el servicio es alegría.

Un peligro que nos acecha. El dr. Jekyll intentó demostrar que el bien y el mal se pueden separar en el ser humano. Inventó una medicina que –el piensa- es capaz de hacer eso que dice. El resultado es catastrófico y nace Mr. Hyde, el lado más oscuro y perverso de su personalidad.



Por la mañana el dr. Jekyll es un personaje encantador y lleno de bondad. Un médico que cura. Pero tras la cena, durante el paseo nocturno, surge mr. Hyde que es un asesino en serie.

Muchos de nosotros nos comportamos así en nuestra propia casa. Fuera de ella somos como el dr. Jekyll, y cuando volvemos a ella somos como mr. Hyde. Esto es muy frecuente y provoca grandes sufrimientos. Así pues un hijo de Dios debe llevar una sola vida. Debemos hacer pasar toda nuestra vida en la tierra por el corazón de Jesús, nuestro trabajo, nuestra familia, nuestra existencia ha de pasar siempre por Jesucristo. Jesús debe ser la medida de nuestra vida, y no, nosotros mismos. Cuando se estaba celebrando el proceso de canonización de san Josemaria, se dijo de él que era una persona que no hacía nada de modo indiferente.

En los años 30 san Josemaria era capellán de un hospital de incurables. Se había ganado a todos los enfermos. Les hablaba de dios, les confesaba.



Cuando el papa estuvo recientemente en Barcelona, se cruzaron los seguidores del papa con una manifestación de ateos. Estas personas se quedaron admiradas de la alegría y el entusiasmo de los que seguían al santo padre. Su frialdad se quedó muda viendo la alegría del cristiano, y así se lo dijeron algunos de ellos a los periodistas que allí estaban.

Tenemos que matar a mr. Hyde, a ese indeseable que solo sabe hacer el mal. Y vivir con alegría del que se sabe hijo de Dios. Para que tu vida, le hable a los demás de Jesucristo.

Te doy gracias Dios mío por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones, que me has comunicado en esta meditación, te pido ayuda para ponerla por obra. Madre mía inmaculada, San José mi padre y señor, ángel de mi guarda, interceded por mí.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

RETIRO ESPIRITUAL: MEDITACIÓN 3

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí. Que me ves, que me oyes., te adoro con profunda reverencia. Pido perdón por mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi padre y señor, ángel de mi guarda, interceded por mí.

Dios creó al hombre a su imagen. Dios creó al hombre y la mujer, decía un documento del concilio vaticano 2º, -Gaudium et Spes- que el ser humano es la única criatura que en la tierra que Dios ha amado por sí misma,,,

Félix Rodríguez de la fuente nos introdujo en el maravillosos mundo de los animales, ejerciendo una gran labor pero introduciendo mucha confusión en atribuir cualidades humanas a los animales. Igual que Walt Disney. Parece una tontería pero despista muchísimo, creando una relación entre los animales como si fueran espirituales, eso no existe en el mundo animal, no está en la dignidad del animal irracional, nunca.

Esta confusión ha sido una abono estupendo, para que el hombre no quiera reconocer la condición distinta del ser humano, de la naturaleza humana, que ha sido hecho a imagen de Dios.



Se dice en el génesis: “cada vez que Dios crea algo, acaba diciendo: “y vio que era bueno”, por tanto no estamos al mismo nivel que los animales irracionales. Hemos sido creados a imagen de Dios, somos hechura divina, excepto cuando la naturaleza humana está dañada y deformada por el pecado, como un asesino o un médico de abortos, son personas con las manos manchadas de sangre, ahí es mas difícil reconocer a Dios. Y sin embargo está.

Porque ese hombre es capaz de Dios hasta la muerte, por tanto el hombre es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí mismo. Sólo el –dice el catecismo- , está llamado a participar por el conocimiento y el amor, de la vida de Dios. Para este fin ha sido creado, esta es la razón fundamental de su dignidad.

Y las demás criaturas están para servir al hombre. En otras palabras, Dios ha creado el mundo para el hombre, toda la creación está aquí para el hombre. Tal es la grandeza del  hombre. Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona, no es solamente algo sino alguien.

Otro error frecuente en los telediarios, es cuando se dice: “estaba tan enfermo que es un vegetal”. Mentira. Un vegetal es un vegetal, y hay un salto infinito. Una persona puede tener dormidas todas sus capacidades y potencias, pero no son vegetales. Nunca. No es algo. Es alguien, que es capaz de conocerse, que es capaz de darse libremente, de entrar en comunión con otras personas. Y –llamado por la gracia- a una alianza con su creador, la gracia como participación en la naturaleza divina.

Por tanto el ser humano, tiene una dignidad tal: “que todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza”. Dios también se recrea en ti, y te da no solamente unas cualidades animales, que como animales somos los últimos, en velocidad, en fuerza, en agilidad. Un monito a los tres meses se vale por sí mismo y un bebé no hace nada, como animales somos los últimos. Nuestra dignidad es que somos imagen de Dios, hechura divina, seres libres, capaces do conocerse, capaces de entregarse, y por la gracia, es decir, por los méritos adquiridos por nuestro señor Jesucristo, que ha dado la vida por nosotros mismos, nos introduce en su propia familia.



Dios quiere decirte: tú eres mi hijo, te daré las naciones en herencia. Entre esta realidad y tu mismo se abrió la sima del pecado. El hombre hace uso de sus cualidades para rebelarse contra Dios, y utiliza su libertad para hacerse como Dios. La gran tentación del ser humano viene de la pulsión de no bastarse consigo mismo, al igual que les pasó a los ángeles caídos.

Esta caída en la sima es lo que provoca una re-creación por parte de Dios, que viene a la tierra para levantar al hombre caído. Dios no te quiere perder, es ese padre del hijo pródigo que sale todos los días al camino diciendo, a ver si este hijo vuelve. El puente roto entre Dios y los hombres, ha sido restablecido por Cristo.

La condición humana no es, como dicen los existencialistas, un ser para la nada. Tú no eres un ser para la nada, no eres un ser para la muerte. Además, negamos la muerte. La muerte no existe. La muerte para nosotros es una puerta. Hasta el último instante de la agonía, hay vida. La muerte es sólo un límite. Es la vuelta a la casa del padre, por eso, un hombre de Dios está siempre contento.

Y esa es la primera pregunta que debiéramos hacernos. Tú, ¿estás siempre contento?. ¿Pierdes la paz?, ¿Los problemas te quitan la paz?. Si tienes dolor físico, ese, hoy día se puede quitar. Decía san Josemaria: hijos míos el dolor, si se puede, se quita, y si no (porque todavía no ha llegado el médico, por ejemplo), se ofrece. Y ojo, el dolor físico muy intenso no es bueno, porque puede matar. Para el dolor espiritual, sólo funciona la medicina de Dios.

Un hombre como tú, que se rebela ante ese comportamiento de un hijo o una hija, ante eso que no esperabas de un hermano, o de tu mujer, ¿Cómo es posible?. De la misma manera que intentar aguantar un dolor físico muy intenso, puede llegar a matar. Intentar comerse la amargura de los propios problemas, puede matar el alma.



Dolerse de la muerte de un ser querido es humano. Incluso enfadarse con Dios, por una pérdida de alguien muy cercano, es comprensible. Hasta el propio san Josemaria, ante la muerte de un estudiante muy próximo a el, se lamentaba ante Dios: no lo entiendo, señor, te llevas a los que mas te quieren. Pero inmediatamente se puso en las manos de Dios: tu sabrás señor, tu sabrás. A veces nos rebotamos con Dios cuando ocurren estas cosas, como si las criaturas fueran nuestras y no de Dios.

Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. Y que a pesar de nuestras rebeldías, de nuestras caídas, nos coja en el último momento diciendo: padre, hágase tu voluntad.

Te doy gracias Dios mío por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones, que me has comunicado en esta meditación, te pido ayuda para ponerla por obra. Madre mía inmaculada, San José mi padre y señor, ángel de mi guarda, interceded por mí