sábado, 16 de abril de 2011

DOMINGO DE RAMOS

Dios todopoderoso y eterno, tú quisiste que nuestro Salvador se hiciese hombre y muriese en la cruz, para mostrar al género humano el ejemplo de una vida sumisa a tu voluntad; concédenos que las enseñanzas de su pasión nos sirvan de testimonio, y que un día participemos en su gloriasa resurrección. Amén

Meditación

1.- Jesucristo, con su obediencia redimió al mundo, dice el concilio Vaticano II. No fueron su crucifixión ni su sangre ni su muerte eterna perdonándonos nuestros pecados. Fué su obediencia a la voluntad del Padre que lo envió al mundo a salvarnos de nuestra propia naturaleza. Vivir sumisos a la voluntad divina, supone anteponer el queres de Dios a nuestros deseos, quereres y gustos. Nuestra voluntad, como la de Cristo, tiene que estar sometida a Dios.

Cristo nos dio el ejemplo de una vida sumisa a la voluntad divina. Nos toca a nosotros imitar esa actitud de sumisión de Jesús. Someterse a la voluntad ajena ni es fácil ni nos gusta. Someterse a la voluntad de Dios nos resulta ardua pues casi nunca la conocemos ni la entendemos. Sin embargo, esa ha de ser nuestra actitud. Suplicar al Señor nos haga ver lo que desea de nosotros, y la fuerza necesaria para llevarlo a cumplimiento. Vivir sumiso a Dios es el camino apostólico mas certero. Santa Teresa decía: "Vuestra soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?". Esa es la actitud correcta de todo cristiano, como fue la de Jesucristo.

Pregúntate: si tu vida está sometida a la voluntad divina; si tu actitud es como la de Santa Teresa; si vives sumiso al Señor.


Súplica

Señor Jesucristo, Tú aceptaste voluntariamente someterte a la voluntad del Padre abrazando la pasión y la muerte de cruz para librarnos del pecado y de la muerte eterna, mira mi voluntad rebelde y sométela a la tuya.

Me diste, Señor Jesús, un ejemplo de sumisión amorosa al Padre y de entrega salvadora a los hombres. Convertiste tu obediencia a Dios, tu Padre, en la causa de nuestra redención.

Gracias, Señor, por haberte humillado, por haberte sometido a una muerte cruenta por mi salvación.

Concédeme la gracia de imitar tu actitud sumisa, y haz que también yo sepa aceptar la voluntad divina en todas las cosas y en ofrecer todos mis sufrimientos en favor de la salvación de los hombres.

Amén.


Jaculatoria

Hágase en mi tu voluntad, Señor.

SÁBADO DE PASIÓN

Señor, tú que realizas sin cesar la salvación de los hombres y concedes a tu pueblo, en los días de Cuaresma, gracias más abundantes, dígnate mirar con amor a tus elegidos y concede tu auxilio protector a los catecúmenos y a los bautizados. Amén

Meditación

1.- Los catecúmenos no suelen formar parte de nuestras preocupaciones espirituales. Son quienes se preparan para recibir el santo bautismo. Son cristianos de deseo pero no de hecho. Su camino de preparación ha de ir acompañado por la cercanía y la oración de los bautizados.

La Iglesia los tiene presentes en este día ante la inminencia de la Noche Santa de Pascua en que serán bautizados. Es por lo que deben sentirse acompañados por la oración unánime de la Iglesia. Desde hoy hasta el Sábado Santo han de estar en nuestro corazón y en nuestra oración.

Al Señor que, en Cuaresma concede gracias mas abundantes, le pedimos que se vuelque con los catecúmenos, que los ilumine el Espíritu Santo, que los llene de su gracia y los haga dignos hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Es conveniente, en estos días santos, recordar que son miles y miles de personas que el Sábado Santo entrarán a formar parte de la Iglesia. Razón por la que les hemos de tener presentes en nuestras mortificaciones y oraciones.

Pregúntate: cómo los vas a tener presentes en tu vida. En qué momentos vas a interceder por ellos, si la conversión de los hombres a la fe de Cristo forma parte de tus prioridades cristianas.


Súplica

Señor Jesucristo, que no cesas de llamar a tu Iglesia a hombres de todos los pueblos, razas y condiciones, mira a los catecúmenos que en la noche santa de Pascua recibirán el bautismo.

Infunde en ellos tu Espíritu Santo, santificador de las almas, para que los transforme en imágenes tuyas. Que more siempre en sus corazones, que les abra el corazón al amor y al perdón divinos.

Y a mí, Señor, dame un corazón preocupado por la extensión de tu Reino; que la conversión de quienes te desconocen o te rechazan me mueva a interceder por ellos. Dame un corazón de apóstol como el tuyo.

Amén.


Jaculatoria

Dame, Señor, un corazón de apóstol.