jueves, 12 de abril de 2012

REVELACIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


Dice Nuestro Señor Jesucristo:

En la soledad, que no es soledad sino la llenura de la Palabra de Mi Padre,
Me retiré a Comulgar con la Voluntad del que me envió.

En esa Comunión en una Sola Voluntad, todo dejo de ser presente en la Omnipotencia Creadora,  cuanto fue, es y será se conjugó en uno solo y fusionó  la historia de la humanidad.

Desde el inicio de la creación, hasta el último instante de todos los tiempos.
Getsemaní, fue centro y desenlace. En él se plasmó por sí solo el acontecimiento de la humanidad en general.

Los Míos me olvidaron, como en este instante. Prometieron velar y su humanidad les venció como ahora. Cuando me arrestaron reaccionaron con disgusto, pero luego me negaron como ahora, para no correr Mi misma suerte. Temieron de momento al martirio, al arresto, a la acusación, a la crítica y se escondieron; como ahora.

Les venció la incertidumbre, la inseguridad, y Mis enseñanzas quedaron en un suspiro cuando el temor ante el poder del hombre, les llevó a dejarme Solo, como ahora.

En su correr afanoso por alejarse de Mi, olvidaron cubrir su rostro y al ser reconocidos buscaron con que cubrirse, como se cubren con los fanatismos, los razonamientos ilógicos, las falsas doctrinas, la fe falsa, la palabra engañosa, y sobre todo el deseo de conocerlo todo, y encajonarlo en una mente cerrada, andrajosa y putrefacta, a la cual no se satisface jamás.

Otros desaparecen temblando entre las esquinas de la falsa seguridad de una habitación, con la lumbrera apagada…. ah… en ese instante no le temieron a la oscuridad, sino se sentían protegidos por ella. COMO AHORA, como lo harán en un instante.

Y, YO, mirando cuanto sucedía. Habían olvidado que el Hijo del Padre conoce el fondo del alma y les Miro por dentro.

De que se escondían, a qué lugar no podría llegar Mi Amor en busca de los Míos?
Que oscuridad, sería tan densa para opacar la Luz de Mi Amor?

Oh Corazón Mío, que sangró  por anticipado.

Mis ojos miraron de cerca a los que me rodearon, Mi Amor les llamó, y en cada palabra que proferían, en Mi Corazón como un trueno sentí el padecer por el temor y la traición, de los que Me amaban.

De cerca, UNO, uno de entre los que Me seguían, Uno que Me acompaño.
Uno en el que miré el rostro de todas las criaturas elegidas por Mí, y que perseverarían en Mi Voluntad. Como ahora. “JUAN”

Mi Madre, cubierta por el dolor, desfigurada por el dolor. Mujer de fe; no Me abandonó ni aun cuando violentamente la separaban de Mí. El seno que me cargo por nueve meses, me acunaba camino al Calvario, y Su Amor me embargaba de Su fuerza, de Su Sí a la palabra del Ángel, de Su obediencia aún sin entender ni tener seguridades, Ella la Mujer que en este instante nuestra Trinidad engalana y le da el firmamento por Manto, para que toda criatura comprenda que, no solo la tierra sino el  firmamento se postra al Paso de Mi Madre.

Mis fieles, mis fieles fueron dados a luz en Mi Madre.

Mis fieles, a los que al igual que a Juan convoco, convoco, a caminar al ritmo de Mi Corazón. Sin detenerse, ya que, el que se detiene queda en el camino.

No esperen meter el dedo en Mi llaga, COMO AHORA.

Porque Ahora puede ser tarde, por eso deben venir en este instante y responder al llamado, permitiéndose responder, en este instante que no escapó de Getsemaní, y en el que sé, seré dejado por algunos que ahora dicen Amarme.

Jueves Santo.
3.42 pm.
JESÚS A LUZ DE MARÍA.

miércoles, 11 de abril de 2012

LA PROFECÍA DE DON BOSCO



Don Bosco ha sido un santo excepcional, hasta en sus carismas. Su fama de milagrero era cosa pública, pero sus sueños le han dado fama perpetua. El más famoso, y no en vano, es el de las dos columnas. En él discurre el futuro de la Iglesia y del mundo de un modo plástico pero sorprendentemente acertado. Ahora dejo la sola lectura del famoso sueño –tomado del tomo 7 de sus Memorias Biográficas, páginas 169 y siguientes-. 

1. El sueño contado por don Bosco.


DON Bosco había prometido a los muchachos el 26 de mayo contarles algo bonito el último o el penúltimo día del mes. Y el 30 de mayo por la noche les refirió una parábola como él quiso llamarla.



«Os quiero contar un sueño. Es cierto que el que sueña no razona; con todo yo que os contaría a vosotros hasta mis pecados si no temiese que salieseis huyendo asustados, o que se cayese la casa, os lo voy a contar para vuestro bien espiritual. Este sueño lo tuve hace algunos días.



Figuraos que estáis conmigo a la orilla del mar, o mejor, sobre un escollo aislado, desde el cual no divisáis más tierra que la que tenéis debajo de los pies. En toda aquella superficie líquida se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado espolón de hierro a modo de lanza que hiere y traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar. Dichas naves están armadas de cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros, y se dirigen contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla o al menos hacerle el mayor daño posible.



A esta majestuosa nave, provista de todo, hacen escolta numerosas navecillas que de ella reciben las órdenes, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga. El viento le es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos.



En medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distantes la una de la otra. Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium Christianorum. (Auxilio de los cristianos).



Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus credentium. (Salvación de los que creen).



El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la conducta a seguir. Todos los pilotos suben a la nave capitana y se congregan alrededor del Papa. Celebran consejo; pero al comprobar que el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves respectivas.



Restablecida por un momento la calma, el Papa reúne por segunda vez a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso; pero la borrasca se torna nuevamente espantosa.



El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas.



Las naves enemigas dispónense todas a asaltarla, haciendo lo posible por detener su marcha y por hundirla. Unas con los escritos, otras con los libros, con materiales incendiarios de los que cuentan gran abundancia, materiales que intentan arrojar a bordo; otras con los cañones, con los fusiles, con los espolones: el combate se torna cada vez más encarnizado. Las proas enemigas chocan contra ella violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles. En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino.



A veces sucede que, por efecto de las acometidas de que se le hace objeto, muestra en sus flancos una larga y profunda hendidura; pero, apenas producido el daño, sopla un viento suave de las dos columnas y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen.



Disparan entre tanto los cañones de los asaltantes, y, al hacerlo, revientan, se rompen los fusiles, lo mismo que las demás armas y espolones. Muchas naves se abren y se hunden en el mar. Entonces, los enemigos, llenos de furor, comienzan a luchar empleando el arma corta, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate.



Cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente. Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le sujetan. El Pontífice es herido por segunda vez, cae nuevamente y muere. Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible.Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante. Los pilotos reunidos lo han elegido inmediatamente de suerte que la ((171)) noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor. Los enemigos comienzan a desanimarse.



El nuevo Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas, y, al llegar al espacio comprendido entre ambas, las amarra con una cadena que pende de la proa a una áncora de la columna de la Hostia; y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada.



Entonces se produce una gran confusión. Todas las naves que hasta aquel momento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la fuga, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente. Unas al hundirse procuran hundir a las demás. Otras navecillas, que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas.



Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos, hasta que, al desaparecer en los abismos del mar los restos de las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, y allí permanecen tranquilas y serenas, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa. En el mar reina una calma absoluta.



Al llegar a este punto del relato, don Bosco preguntó a don Miguel Rúa:



-Qué piensas de esta narración?



Don Miguel Rúa contestó:



-Me parece que la nave del Papa es la Iglesia de la que es cabeza: las otras naves representan a los hombres y el mar al mundo. Los que defienden a la embarcación del Pontífice son los leales a la Santa Sede; los otros, sus enemigos, que con toda suerte de armas intentan aniquilarla. Las dos columnas salvadoras me parece que son la devoción a María Santísima y al Santísimo Sacramento de la Eucaristía.



Don Miguel Rúa no hizo referencia al Papa caído y muerto y don Bosco nada dijo tampoco sobre este particular. Solamente añadió:



-Has dicho bien. Solamente habría que corregir una expresión. Las naves de los enemigos son las persecuciones. Se preparan días difíciles para la Iglesia. Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación de lo que tiene que suceder. Los enemigos de la Iglesia están representados por las naves que intentan hundir la nave principal y aniquilarla si pudiesen. íSólo quedan dos medios para salvarse en medio de tanto desconcierto! Devoción a María. Frecuencia de sacramentos: comunión frecuente, empleando todos los recursos para practicarlos nosotros y para hacerlos practicar a los demás siempre y, en todo momento. ¡Buenas noches!».



2. Conjeturas de sus hijos.



Las conjeturas que hicieron los jóvenes sobre este sueño fueron muchísimas, especialmente, en lo referente al Papa; pero Don Bosco no añadió ninguna otra explicación.



Entre tanto los clérigos Boggero, Ruffino, Merlone y el señor César Chiala escribieron este sueño y conservamos sus manuscritos. Dos de ellos fueron escritos al día siguiente de la narración de don Bosco y los otros dos, más tarde; pero están perfectamente de acuerdo y solamente varían en algún detalle que uno omite y otro señala.



Aún así, hay que observar cómo en este caso y en otros semejantes, si bien lo expuesto por don Bosco fuese redactado enseguida con la mayor fidelidad posible, no obstante, podía escaparse alguna imperfección.



Un discurso de media hora de duración, y a veces de una hora, naturalmente debía quedar resumido en pocas páginas, y anotando las ideas principales y precisas. Alguna frase no había sido bien percibida por el oído, otra no se recordaba; la cabeza se cansaba, el orden de los hechos se confundía y, por consiguiente, más bien que hacer al azar una amplificación, se omitía aquello de lo que no se estaba cierto.



De ahí procedían algunas oscuridades en los temas, poco claros por su naturaleza en muchos puntos, particularmente cuando se referían a cosas futuras: de ahí las discusiones y explicaciones diversas y contradictorias. Y esto ocurrió también respecto al sueño o parábola por nosotros referida. Dijo alguno que los papas que se sucedieron en el gobierno de la nave fueron tres y no dos. De este parecer es el canónigo Juan María Bourlot, que fue párroco de Cambiano, el cual, siendo estudiante de filosofía en 1862, se hallaba presente cuando don Bosco contó el mencionado sueño. Vino éste al Oratorio el año 1886 y, hablando con don Bosco durante la comida sobre las impresiones de la juventud, después de afirmar que estaba seguro de la fidelidad de su memoria, empezó a describir el sueño de las dos columnas en medio del mar y afirmó que los papas caídos fueron dos. Que a la caída del primero, gritaron los pilotos: ´´-¡Démonos prisa! íHay que reemplazarlo pronto!´´ Y que a la caída del segundo, acudieron los pilotos, mas sin pronunciar esta frase.



Quien redacta estas memorias estaba distraído en aquel instante conversando con su vecino de mesa y don Bosco le dijo:


3. Una importante interpretación de don Bosco.


-Escucha y atiende a lo que dice Bourlot.



Aquél contestó que conocía bastante bien el hecho por los documentos que poseía, y que, según él, los papas de la nave eran solamente dos. Don Bosco le replicó:



-Te digo que no sabes nada.



En 1907 volvió el canónigo Bourlot por el Oratorio y repitió con exactitud, señal de su buena memoria, después de cuarenta y ocho años, la narración del sueño y sostuvo que el número de los papas eran tres, recordando nuestra respuesta a sus afirmaciones y las palabras que don Bosco nos dijo.



Con todo esto, cuál de las dos versiones es la legítima, la de la Crónica o la del canónigo Bourlot? Tal vez los acontecimientos den la solución de la duda. Debemos concluir diciendo que César Chiala con los otros, y son sus precisas palabras, lo entendió como una auténtica visión y profecía, aun cuando don Bosco no pareció tener más objeto al contarla, que inducir a los jóvenes a rezar por la Iglesia y por el Sumo Pontífice y atraerles a la devoción del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada."



martes, 10 de abril de 2012

APARICIONES EN BOADILLA


No puedo negar la expectación con la que llegué al lugar de las apariciones. A pesar de lo frío de la noche, el camino de tierra por el que se accede a la ermita no presentaba más obstáculo que el encontrarlo. No había barro, y las capas de hielo no dificultaban demasiado el avance. Y eso que era una fría noche del 27 de diciembre del 2010 a las 10 de la noche en el oeste de Madrid. Ni la fecha ni la hora invitaba a perderse en un encinar, pero el motivo era más que suficiente: ¿será verdad que la Virgen se aparece en Boadilla del Monte? 


Este patria nuestra es peculiar. Tierra de María se le ha llamado siempre a España, pero pocas patrias son tan tardas para secundar sus apariciones. En escasamente un año la Salette fue autorizada y aprobada por el obispo, en cambio Ezquioga, Garabandal, Cruz Blanca (el Palmar bueno), el Escorial o un largo etcétera, parecen dormir el sueño de los justos del juicio de la Iglesia. Y de su recuerdo.


Curiosamente lo de Boadilla no es algo reciente. Actual es, porque cada 27 de mes, durante el rezo del Rosario, María habla a través de su vidente –caso de que sea cierta la aparición-. Pero no es una cosa de ayer, que ya son más de 20 años. En mi desconocimiento supe de ellas hace poco, y como recientes las tenía. Pero mi desconocimiento era grande, que ya los vecinos de Boadilla llamaban tiempo atrás a los devotos y fieles de esta aparición como los “locos de la ermita”. Algo loco hay que estar, desde luego, para soportar temperaturas inferiores a 0 grados, a la intemperie y sin prisa alguna. Y todo para rezar el Rosario.


Antonio, el vidente, es un hombre socialmente sencillo. No estamos muchos, apenas llegamos a la treintena, pero Antonio pasa desapercibido, como uno más. Antes del rosario una mujer se le ha acercado a contarle ciertas cuitas, y el rosario se retrasa. El lugar parece hermoso, pero juzgar un sitio en la oscuridad de la noche no deja de ser atrevido, que la noche hace pardos a todos los gatos. El lugar de la ermita es un encinar, cerros de encinas robustas, a las afueras de Boadilla, pero muy cerca del pueblo. La ermita se levanta en la ladera de un cerrillo, de reciente construcción y fachada abierta, de rejas, coronada por una Virgen de la medalla milagrosa. A sus pies, a 50 metros, un hermoso alcornoque, el único en ese monte de encinas, rodeado de candelas e iluminado por un foco conectado a una batería de coche. Todo muy sencillo y agradable. Ese es el alcornoque de las apariciones. En una de sus ramas principales un altarcillo con la imagen de Nuestra Señora, pequeña estatuilla dentro de una capillita de cristal, como esas que se llevaban antaño de casa en casa, para su devoción y limosna.


A su alrededor sillas. No muchas que estamos pocos, y los veteranos muy bien abrigados. Su generosidad me salva de una pulmonía con una bufanda que se agradece. Pero el suelo helador no perdona, poco a poco penetra la suela de los zapatos y recuerda que un 27 de diciembre a las 22 horas un bosquecillo no es lugar para el reposo. La gente es sencilla y la escasa afluencia facilita el ambiente familiar. Se cuentan sus cosas antes del Rosario, en confianza, como quien se conoce bien. Me dicen que en verano la afluencia es enorme. El mes anterior también hubo mucha gente, y hacía más frío. Pero estos son días de Navidad.


El rosario inicia algo tarde, y aun así, se reza serenamente, sin prisa. Nada extraño, salvo esa manía de añadir al Ave María eso de “Madre de Dios y Madre nuestra” que a los no habituados nos corta el rezo una y otra vez, hasta que podemos mimetizarlo y repetirlo con naturalidad. Antonio no lo dirige, sino que permanece sentado al lado del voluntario que con tanta piedad lo reza. Y es que se reza con mucha piedad, desconcertante para el frío y las horas. No hay prisa por acabarlo. Miro con curiosidad el alcornoque, por encontrar algun signo extraordinario, como un movimiento de ramas en una noche sin brisa alguna. O un olorcillo o algo. Nada. Todo ordinario, salvo la piedad de la gente. Al terminar el tercer misterio Antonio se arrodilla. No percibo nada extraño, pero alguien acerca a sus labios un micrófono y Antonio pone voz a nuestra Señora.



¿Qué tiene de peculiar Boadilla? No hay nada extraño a la fe, ni siquiera a otras apariciones marianas. Se habla de que el verdadero camino es la oración, la penitencia. Que son tiempos duros y que debemos rezar por los gobernantes. Que si no nos convertimos duras pruebas nos esperan: violencia, hambre, epidemias… Pero hay algo peculiar en Boadilla, distintivo. Y es que Boadilla es lugar de oración por las almas del Purgatorio. María viene a este lugar en busca de oraciones por las almas del Purgatorio y a este lugar comparecen las almas del Purgatorio en busca del consuelo de María. Ana Catalina Emmerick ya decía que a las almas del Purgatorio las veía sufrir en la tierra, padeciendo trabajos según sus pecados por expiar, pero muchas en la tierra. De todos modos no dejan de ser categorías sobrenaturales que nos exceden. Lo cierto es que el 27 de cada mes María en Boadilla se entrega a las almas de la Iglesia sufriente.


¿Por qué continúan las apariciones en Boadilla? Quizá justo porque son estos tiempos en los que no sólo la población mundial, de puro enorme –y a veces bárbara- lanza más almas a la eternidad, si no porque es cuando menos se reza por ellas, en parte por la pérdida de sentido de eternidad de una sociedad que desprecia las oraciones por los suyos (el muerto al hoyo y el vivo al bollo) y en parte por el perverso principio de una misericordia divina mal entendida en la que ni hay pecado ni castigo ni nada que purgar. Y cuando más se necesitaba una Iglesia orante, ésta queda cubierta por el polvo de sus pecados, pronta para lo humano y tarda para lo divino. María viene a rescatar extraordinariamente, lo que extraordinariamente la Iglesia ha descuidado y por ello los hombres olvidan y desprecian.


Tantos años, tanto desconocimiento, son caldo de cultivo para que una falsa aparición acabe degenerando, como la de las Rosas de Roma (en la que el cura que asistía a la vidente acabó nombrado obispo por la Virgen y después Papa) o el Palmar de Troya –más conocida en nuestra Hispania-. No, Antonio no eleva el tono ni el contenido de los mensajes para ganar audiencia. Reiteran siempre en lo mismo: oración, penitencia y una especial atención a las almas del Purgatorio. Se recuerda lo duro que está por venir si no nos convertimos, y pide oraciones por los gobernantes. Y por los pastores. 


Me contaba mi generosa bienhechora que ella ha encontrado a Dios en Boadilla, que se le ha dado mucho para sí y para su familia, y que sólo tiene agradecimiento para este lugar. Su hija, joven de veintitantos, corrobora lo que dice y se empeña en recalcar que son muchos los que vienen en verano. Son tiempos de necesidad y Boadilla se eleva como un lugar de oración y consuelo.

FUENTE http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=12978&mes=12&ano=2010

lunes, 9 de abril de 2012

LA CRISIS PROFETIZADA


“Vi en el interior de una iglesia hombres, niños, viejos: todos leían la Biblia, que explicaban clara y sabiamente. Pero yo leía mi Breviario Romano según mi costumbre; y los otros me preguntaron qué libro edificante era el que yo leía. Todos se asombraron mucho de que aún buscara mi alimento espiritual en este libro lleno de fórmulas largo tiempo anticuadas. Pero seguí con mi lectura, que me movió interiormente a decir: “la letra mata, sólo el espíritu da vida”. Entonces oí que me decían: “Ven, que quiero enseñarte el mundo”. Y fui por la ciudad con un hombre en profundo silencio.”
El párroco bávaro, Francisco de Sales Handwercher recogió en el poema “Mirada al futuro” la sucesión de visiones que durante 15 domingos le fue dado recibir en éxtasis. El poema, traducido por Sánchez de Toca en su obra “Profetas del bosque”, reflejaba en la visión del sexto domingo algo desconcertante para su tiempo: el mercado mundial. ¿Qué le fue dado ver? Lo que ahora, día a día, nos traen los medios: “la crisis económica llegará al colmo”.
Curiosa paradoja, ante la evidencia más que diaria de que las cosas se pueden torcer, la herejía del progreso ha impregnado la mente de todos, católicos y ateos, progresistas y conservadores. Nadie escapa al dios progreso, no el progreso social entendido al modo socialista –aquel del relativismo moral, la irreligiosidad, o el laicismo agresivo y militante- sino el eterno progreso de la economía, de la riqueza, del beneficio sobre el beneficio. Por ello lo que está pasando se entiende como un parón más en un repetitivo patrón lineal hacía el eterno crecimiento. Caprichoso crecimiento que exige, de vez en cuando, una crisis de la que se saldrá más fortalecidos, más ricos, más avanzados. Los jóvenes, que por lo general sienten más que razonan, evidencian una sensación sorprendente: ellos no vivirán la riqueza de sus mayores, su futuro será más sombrío.
Será cuestión de la ignorancia de esta juventud, tan pronta a los excesos autodestructivos como el alcohol o la droga -que llevan en sí el germen del nihilismo pesimista- lo que les hace percibir todo torcido. Será. O será que más del 40% de ellos no encuentran trabajo en este país ibérico tan lleno de si mismo, o que más de 700.000 ni estudian ni trabajan. Y es que sin ahondar en el porqué ya están percibiendo dificultades ingentes. Aunque alguno dirá que se les ha malacostumbrado, que son unos malcriados. Y todo ello, sin dejar de evidenciar esa verdad, pierde de vista otra más profunda que pocos han intuido y que Richard M. Weaver percibió con claridad:
“ Unas condiciones materiales espléndidas, por su misma incitación a la abundancia, invalidan el trabajo necesario para mantenerlas, como ha podido observarse incontables veces en los casos de individuos como de pueblos.”
Es decir, que nuestra juventud arrumbada evidencia que el progreso por el progreso es autodestructivo. Yno por la sola culpa de una educación perversa(legislativa y socialmente hablando) sino porque se ha quebrado la naturaleza real de las cosas:
la primera, que el hombre necesita un porqué que le trascienda –y el más lujo, más comodidad, más placer no sólo no le trasciende sino que le aprisiona, y quiere escapar de ahí entregándose a una felicidad rápida que no es más que encaminamiento hacia los caminos del infierno, tal como dice el Papa en su último y polémico libro-.
la segunda, que el progreso por el progreso se incardina en sociedades donde la nota dominante es, al decir de Weaver, la histeria del optimismo que se niega a aceptar la existencia de la tragedia. Y como no se acepta, no se quiere percibir el peligro, la situación real de la cosas abocadas al abismo. Uno se sienta embarcado en la vorágine del más sin reflexión ni cordura.
Algo grave hay cuando son ya muchas las voces que alertan de los siguientes escenarios previsibles a futuro y éstos no muy lejanos. Y voces del campo económico, lo que se antoja más serio. Los escenarios que vaticinan –de menor a mayor gravedad y llevados a sus lógicas consecuencias- serían estos:
- una Europa de dos velocidades, con dos euros. La Europa rica y la pobre. Huelgue responder dónde estaría Iberia.
- una guerra de divisas, como primer paso a guerras peores.
- una segunda gran Depresión, con el mismo final que la primera, otra guerra de alcance insospechado.
Pero es tal la herejía del eterno progreso económico que tales afirmaciones prefieren ni ser tenidas en cuenta. Qué ejemplo más paradigmático este próximo domingo en Cataluña, donde el sentido común debería penalizar a todos los partidos políticos causantes de la destrucción económica de esta tierra a lo largo de los años, de modo que debería ser no mayoritario, qué digo, sino absoluto el número de papeletas en blanco… Pero no, se seguirá votando como si no pasara nada. Pero pasa, y con ironía lo respondía, de nuevo, Weaver: “cuando el cambio se reduce al progreso, cada generación mide el que le corresponde, y nada puede ser objetivamente demostrado a través de la historia con tanta facilidad como el que algunas culturas han pasado de un estadio elevado de civilización a su desaparición.”
¿Qué le fue dado ver, entonces, al párroco bávaro en 1830? Lo que sigue:
“ El hombre me mostró su casa en una larga fila de casas, me condujo a su puerta y allí me dejó sólo. Para poder mirar a la calle me coloqué detrás de la puerta del jardín, que se abría para dentro. He aquí que se instaló un mercado con incontables mesas y puestos. Vi compradores y vendedores, hombres, mujeres, prenderos y judíos. Vi todas las frutas de este mundo, amontonadas en torres; vi comprar y vender productos de todos los países. Todo lo que sirve para vestidos, todo lo que es imagen artística, lo que es dulce y amable a los oídos, lo que es tierno y suave a los sentidos. En las mesas de los mercaderes encontré sólo lo que alegra el paladar: animales, aves, peces, raíces, hierbas, vinos.
Los quehaceres cotidianos de todos los humanos estaban en el mercado: afanes, cosas, conseguir ganancias, obtener mayores ganancias.”
Que familiar nos resulta todo esto: el coche mejor, la casa mayor y más cómoda, comprar para especular, la ganancia por la ganancia. Se objetará, ¿acaso es malo? De entrada los días presentes nos recuerdan que es autodestructivo: ¿se recuerda la crisis que Abadía describía como ninja? De modo que cuando todo el chiringuito se venga a bajo por el afán de lucro, ¿qué diremos? La verdad, que ha fallado el sistema porque ha fallado la realidad de las cosas: buscándose el paraíso en la tierra se ha querido vivir como dioses no sólo a costa de lo que no se tenía, o peor, de lo ajeno, sino de los ajenos.
A nuestro buen Francisco de Sales Handwercher  se le dio a entender que el problema era moral. Y así continuó con su narración:
“De repente vi una fiera salvaje bien armada de dientes y garras, un tigre indecente, negro y cruel, que caía entre la muchedumbre de naciones. Vi que la fiera mordía a miles de compradores y mercaderes, caídos y destrozados en medio de las apreturas del mercado. Temblando en lo más hondo de mi corazón vi enfurecerse la fiera. Y en esto vino el tigre resoplando contra mí.
Rabioso y bramando, el tigre amenazaba atraparme con sus dientes, empujando con las garras para abrir la puerta. De rodillas, procuré empujar la puerta para sujetarla y saqué enseguida el cuchillo para defenderme. Golpeé con el arma muchas veces la cabeza de la bestia; pero era como si diera en un casco aún más duro que el acero. Mi cuchillito no servía para herir un enemigo así, pero me salvaron las rodillas que sostenían la puerta. Por eso el tigre no pudo entrar en la casa a matarme y comerme como a los compradores del mercado.”
Cuenta el párroco cómo oye una voz que, desde la casa,  le llama, invitándole amablemente a entrar. El dueño de la casa le dirá, entonces:
Tu cuchillo no era útil para protegerte, mientras que estar profundamente de rodillas te sirvió mucho mejor para salvarte. El que utilice las armas que prepara según su propio criterio y con sus propias fuerzas nunca vencerá al enemigo. Satanás está siempre aullando por botín, pero sólo no podrá atacarte si te armas diligentemente en cuerpo y alma con la oración y el ayuno”.

martes, 27 de marzo de 2012

LAS PUERTAS DEL INFIERNO III




El 26 de abril de 1.978 se reunieron en la casa del editor Buonaventur Meyer seis sacerdotes y el psiquiatra Francés M.G. Mouret, director clínico del hospital psiquiátrico de Limoux (Francia). El motivo del encuentro era una sesión de exorcismopara un difícil caso de posesión que ni se resolvía ni evidenciaba pronto final. Tras aquello el Dr. Mouret, con largos años de experiencia clínica, declaró por escrito: “el caso presente no se trata de una esquizofrenia, ni de histeria, sí del control de una persona por una fuerza exterior, que la Iglesia católica llama Posesión”. La “víctima” era una piadosa madre de familia, que arrastraba desde su juventud –los 14 años- tan desconcertante cruz. Así describiría sus sufrimientos: “El miedo y la angustia estrangulaban mi garganta. Los latidos de mi corazón resonaban hasta el cuello. Me sentía asaltada de un terror inmenso que me impedía hasta hablar. La angustia y el terror me penetraban a tal punto que una hora parecía casi una eternidad.”

Las sesiones de exorcismo se alargaban sin notarse verdadera mejoría, y por ellas pasaron diversos sacerdotes, profesores, doctores. Los testimonios que dejaron escritos eran desconcertantes para una modernidad descreída: “de acuerdo con mi experiencia en estos asuntos, estoy convencido que, en el presente caso, se trata ciertamente de posesión y que las revelaciones hechas por los demonios por orden y coacción evidente de un poder superior, no impide que los demonios resistan continuamente a esa imposición”. Y es que a lo largo de las sesiones de exorcismo, bajo el evidente mandato de autoridad del exorcista –y por mandato directo del Cielo-,los demonios empezaron a revelar datos sorprendentes sobre su estrategia. Si el calvario de la víctima parecía no tener fin al menos se empezaba a intuir un sentido: “las revelaciones hechas por los demonios.”

Que tales revelaciones eran muy llamativas lo declara uno de los teólogos correctores del libro en el que el editor Meyer publicaría más tarde tales revelaciones:

“Después de una lectura crítica de la presente obra, después de oír algunas de las grabaciones, después de una visita a la mujer en cuestión, solo me resta declarar lo siguiente. Estoy absolutamente convencido de la autenticidad Divina de las revelaciones aquí publicadas. Yo y mi teología moderna, tenemos que rendirnos ante una humildad tan grande, como la que resaltan los textos”.

Evidentemente no quedaba ahí su sentido de fondo. Había una desconcertante elección expiatoria que así definiría la poseída: “Independientemente de esto, tenía la conciencia de que Dios quería que aceptase esos sufrimientos por la salvación de las almas. Me esforcé por aceptar todo.”

Si las revelaciones fueron muchas, éstas no se habían obtenido de manera fácil y sencilla. Lo explicaría el editor, testigo presencial de los exorcismos,:

Los demonios son forzados por el Cielo a hablar, contra su voluntad, sobre la Iglesia y sobre su situación actual, de tal modo que sus declaraciones contrarían a su reino y favorecen al Reino de Cristo. En su odio, los espíritus infernales evitan, en la mayor parte de las veces pronunciar el Nombre de María, La Bienaventurada, la Virgen y la Madre de Dios. Se refieren a la Virgen Santísima como: “Ella, la de arriba”. También no dicen: “María así lo quiere”, mas, “Ella lo quiere, “Ella nos fuerza”, “Ella nos manda a decir”. Del mismo modo rodean de diversas maneras, el nombre de Jesús y de la Santísima Trinidad. Muchas veces acompañan sus palabras con un gesto del dedo de la poseída, apuntando para arriba o para abajo. Cuando los demonios exigen oraciones, por ejemplo, cuando dicen que es necesario recitar una oración, las oraciones antes de hablar, es claro que este pedido no resulta de un deseo del infierno, mas del Cielo, que lo pide por medio de los demonios. Durante las revelaciones hechas por su boca, la poseída fue violentamente atormentada con dificultades al respirar, convulsiones, perturbaciones cardíacas y crisis de sofocación. De ahí el carácter muchas veces irregulares de las frases. Como estos exorcismos contrarían al infierno, los demonios se niegan muchas veces en continuar hablando. Además de eso, tienen objeciones diversas, rezongan, gritan, cambian. El cincuenta por ciento de estas partes fueron omitidas por cuestiones de brevedad y simplificación, mas, en su conjunto, la lucha fue mucho mas dura y prolongada de lo que el lector podrá imaginar.

Las revelaciones, junto con la somera descripción narrativa, impregnaban las páginas de evidencias de lo sobrenatural. Lo material se deshacía ante los ojos y uno podía percibir, masticar, la real existencia de un mundo sobrenatural escondido a los sentidos, pero que en aquellas sesiones de exorcismo se volvía cruelmente real. Y todo ello plagado de revelaciones provocativas para espíritus apocados:

“Solo la intervención del propio Dios, de aquel de allá arriba (apunta para arriba), puede todavía salvar a la Iglesia. La tenemos totalmente presa en nuestras redes. Corre el peligro de perecerLa situación es crítica. Está acorralada por los modernismos, por las ideas de los profesores, de los doctores, de los Padres que se creen más inteligentes que los otros. Solo la oración y la penitencia la pueden todavía juntar, mas son bien pocos los que la practican (respira profundamente y con dificultad).”

Entre sufrimientos y frases entrecortadas en un tono plagado de odio y frialdad, se iba revelando el alcance de la batalla espiritual que enfrentaba al infierno contra la Iglesia y sus fieles. Pero desgraciadamente se percibía frase a frase, que del alcance de esa batalla sólo era consciente el infiernoLa Iglesia despreciaba sus tesoros, despreciaba sus armas:

“¡El Santísimo Sacramento del Altar! Si supieran la bendición que guardan, las bendiciones que él hacía antiguamente, cuando era expuesto el Sagrario y el pueblo, delante de él, ¡se hacia oración reparadora! Y de gran eficacia contra los pecados. Todas esas cosas dejaron de existir y es por eso que también menos almas se salvan. No quiero continuar hablando, ¡no quiero hablar más!”

¿Era exagerado? Al menos era notorio el giro que había dado el mundo. Benedicto XVI lo calificaría como un “un mundo desacralizado y una época marcada por una preocupante cultura del vacío y del sinsentido”, cuya cura o remedio no estaba en el mismo mundo: “Un mundo que tiene que crear su justicia por sí mismo es un mundo sin esperanza. Nadie ni nada responde del sufrimiento de los siglos. Nadie ni nada garantiza que el cinismo del poder –bajo cualquier seductor revestimiento ideológico que se presente– no siga mangoneando en el mundo.” (Spe Salvi, Benedicto XVI). La respuesta la tenía la Iglesia en sus riquezas espirituales:

 “Para construir una Europa ‘nueva’ hay que comenzar con las nuevas generaciones, ofreciéndoles la posibilidad de enlazar íntimamente las riquezas espirituales de la liturgia, de la meditación y de la lectio divina. En realidad, esta acción pastoral y formativa es hoy aún más necesaria por el bien de toda la familia humana.” (Benedicto XVI, mensaje a los Benedictinos)

Y eran estas riquezas las que no estaba cuidando la Iglesia por su propia culpa. Así lo reconocería el entonces cardenal Ratzinger en muchas ocasiones, una de ellas en el año 2000, en el jubileo de profesores de religión y catequistas:

“La liturgia (los sacramentos) no es un tema adjunto al de la predicación del Dios vivo, sino la concretización de nuestra relación con Dios. En este contexto desearía hacer una observación general sobre la cuestión litúrgica. Con frecuencia nuestro modo de celebrar la liturgia es demasiado racionalista. La liturgia se convierte en enseñanza, cuyo criterio es que la entiendan. Eso a menudo tiene como consecuencia la banalización del misterio, el predominio de nuestras palabras, la repetición de una serie de palabras que parecen más inteligibles y más gratas a la gente. Pero esto es un error no sólo teológico, sino también psicológico y pastoral. La ola de esoterismo, la difusión de técnicas asiáticas de distensión y de auto-vaciamiento muestran que en nuestras liturgias falta algo.

Precisamente en el mundo actual necesitamos el silencio, el misterio supraindividual, la belleza. La liturgia no es una invención del sacerdote celebrante o de un grupo de especialistas. La liturgia –el rito– se ha desarrollado en un proceso orgánico a lo largo de los siglos; encierra el fruto de la experiencia de fe de todas las generaciones. Aunque los participantes tal vez no comprendan todas sus fórmulas, perciben su significado profundo, la presencia del misterio, que trasciendo todas las palabras.”

¿Extrañaban entonces las revelaciones del infierno en esta misma línea? Mas bien constataban y evidenciaban un misterio: que en la dignidad de la Santa Misa la Iglesia tenía su fuerza, y contra esa fuerza había que volcar todo el odio y la perversión.

“Son incalculables las Gracias que se consiguen en el Santo Sacrificio de la Cruz, por cuya oferta, la Sangre de Cristo corre de nuevo. Nosotros, allá abajo (apunta para abajo) odiamos este sacrificio de la Misa, que es celebrado todos los días en muchas Iglesias. En muchas casas de Dios, no siempre es convenientemente celebrada. Antiguamente, era horrible para nosotros, cuando se celebraba el tradicional Sacrificio de la Misa. Efectivamente, era renovado el Sacrificio de Cristo en la Cruz que apaga los pecados y que consigue gracias extraordinarias para la salvación de las almas, que sin eso, se perderían por millares e irían a parar al infierno. Debo todavía agregar esto (suelta gemidos); no digo mas nada, no quiero decir nada más.”

Toda la reacción de la Iglesia pasaba por la santa Misa, de modo que desactivar la sacralidad de la Misa, de la Eucaristía, era el mejor y más rápido medio de desactivar la reacción de la Iglesia. ¿Extraña entonces el encono contra el Papa Benedicto XVI al publicar el Motu ProprioSummorum Pontificum”, o extraña acaso la falta de diligencia con que las conferencias episcopales cumplen los mandatos del Papa de traducir el pro multis de la consagraciónEs parte de la misma batalla que algunos en la Iglesia han decidido vivir desde el lado del enemigo.