martes, 23 de agosto de 2011

RETIRO ESPIRITUAL: MEDITACIÓN 8


Retomo aquí, tras unas largas vacaciones, las meditaciones que grabé en un retiro espiritual de la Obra, al que asisto todos los años en el mes de noviembre. El texto es un resumen. La meditación en realidad es mas larga. He procurado incluir las ideas que me parecen mas importantes. La meditación anterior está en:





Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí. Que me ves, que me oyes., te adoro con profunda reverencia. Pido perdón por mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi padre y señor, ángel de mi guarda, interceded por mí.

Una de las glorias del cielo es contemplar a Nuestro Señor en su humanidad santísima y poder ver sus llagas, en agradecimiento a lo que ha hecho por nosotros. El se encarnó, se hizo hombre, no por un tiempo como nosotros, resucitaremos el ultimo dia y nos reconoceremos en el cielo.

¿Por que ahora no vemos a jesus?. Dice san Josemaría: “son nuestras miserias las que nos impiden ver a Jesús y nos presentan su figura opaca y contrahecha”. Cuando no vemos, necesitamos ir a la luz. Y Cristo dijo: “yo soy la luz del mundo”. En eso consiste la vida del cristiano, en decir: “señor quiero ver tu rostro”. Cuantas veces al contemplar al señor en la cruz, nos entran ganas de decir: bájate de la cruz, señor, ahora me toca a mi. ¿De qué sirve mi vida?, para qué sirve mi vida sino para entregarla como hizo Jesús.

Cristo da la vida a cambio de mi salvación, es un admirable intercambio. Somos pecadores, pero Dios nos quiere porque somos malos, no porque somos buenos. Que sería de nosotros si Dios sólo buscara a los perfectos. Nuestro pecado, nuestra enfermedad y nuestra muerte, están en la Cruz, con Jesús. Debemos comprometernos para corresponder a este amor. Tú, ¿Qué has hecho por cristo?. Jesús nos amó hasta el extremo. Y, ¿donde está ese extremo?, en el infinito. No hay extremo.

Le pedimos a jesús como hizo Salomón, que nos dé un corazón sabio, un corazón que escuche, un corazón que sepa que es lo realmente importante. Piensa cual va a ser tu respuesta a dios. Benedicto XVI en una de sus homilías decía: “comprométete con Dios”. No des a Dios lo que te sobra. No le dediques tu tiempo cuando no tienes nada que hacer. Dale la oportunidad a Dios de que te quiera mas, se generoso.

Cuando el pecado se presente como algo atractivo, incluso en el ejercicio de la libertad personal, piensa que el mal es un espejismo. Que existe una esclavitud del pecado, de los sentidos, la vanidad, la soberbia. “Quien quiera venir en pos de mi que se niegue a si mismo”: los caprichos, el sibaritismo, la vida fácil, “ten cuidado”, “no arriegues..”.

El miedo, el egoísmo. Tenemos miedo a sufrir ¿verdad que si?, al menor sufrimiento buscamos compensaciones inmediatas. Pero, estar con la Cruz, es estar con cristo. La liberación está en la entrega, en la dedicación a los demás, en gastar nuestra vida para los otros.

Un intelectual alemán entró en una crisis intelectual y abrazó la fe católica porque le presenta un dios cercano, un dios herido, que ha tenido que luchar y que ha perdido. Hay que atreverse al compromiso. No te reserves, toma decisiones de entrega. Hazte un plan de vida espiritual. Cuando murió Juan Pablo II, el cardenal Ratzinger quería jubilarse, ir a su pueblo a leer y tocar el piano, y ahí lo tienes, un ancianito que vio que Dios lo necesitaba y lo está dando todo. No seas cómodo, pregunta si puedes ser útil a las obras de dios, pasa a la acción. Pregúntate qué puedes hacer por Cristo, por la Iglesia. Dios dará el ciento por uno en la tierra y la vida eterna en el cielo. Tú encontrarás la verdadera felicidad y el sentido de tu vida.
Te doy gracias Dios mío por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones, que me has comunicado en esta meditación, te pido ayuda para ponerla por obra. Madre mía inmaculada, San José mi padre y señor, ángel de mi guarda, interceded por mí.

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