martes, 27 de marzo de 2012

LAS PUERTAS DEL INFIERNO I



La pederastia en la Iglesia cayó como un jarro de agua fría. Años de relativa paz en las iglesias se vieron conmovidos desde los cimientos ante la magnitud del escándalo. Entonces se vio como esta Iglesia nuestra corría como un pollo sin cabeza. “Esta Iglesia” salvo Benedicto XVI y unos pocos. No se sabía que hacer ni cómo. No era más que un síntoma, aún grave, de una Iglesia que llevaba años, décadas, dando palos de ciego.

Y es que el tsunami de la pederastia anegó a un funcionariado clerical que se encontró de golpe con que la marca “sacerdote” empezaba a estar mal vista. Los años de cómoda sequía parecía que llegaban a su fin. Irlanda fue un caso paradigmático, la fe del pueblo no quedó conmovida pero sí la confianza en la Iglesia. Algo grave se había quebrado. En el reciente viaje de Benedicto XVI a Inglaterra utilizaron esa “desconfianza” en la institución -que ya había fraguado en la gente de pie- para acosar con violencia y descaro a su persona. No parecía difícil cuando el común de la gente miraba con rencor una institución que había permitido tal escándalo. Que el Papa salió fortalecido de ese viaje es un hecho, y las terribles campañas de acoso y desprestigio, en las que sin falsear los datos se ponía el acento y el punto de mira sólo en los escándalos sacerdotales, parecieron entrar en barrena.

Atrás habían quedado maquinaciones orquestadas desde medios de comunicación –la siempre BBC detrás de todo- dónde lo más llamativo era que parte de esas campañas de acoso venían desde dentro de la misma Iglesia. No tuvieron pudor en hacerlo público Tornieri y Rodari con su último libro Atacco al Papa, pero ya antes Massimo Introvigne lo había declarado reiteradas veces, que el enemigo lo tenía la Iglesia dentro y no fuera. El mismo Papa lo reconocería para escándalo de tantos.

"El Señor ha dicho que la Iglesia sufrirá hasta el fin del mundo. Y esto lo vemos hoy de manera particular. Hoy las mayores persecuciones contra la Iglesia no vienen de fuera, sino de los pecados que están dentro de la propia Iglesia." (Encuentro con periodistas en el avión papal, camino de Lisboa, mayo 2010)

La mansedumbre del Papa (no encuentro otro calificativo) había desmontado una campaña y había licuado los rencores ocultos de la gente. Sólo faltaba volver a dar confianza a la gente. Pero como decía el secretario del Papa, haciéndose portavoz de una sensación de la Curia romana, el papaJuan Pablo II había abierto los corazones de la gente y Benedicto los estaba llenando.

¿Qué estaba pasando? La modernidad actual lo manifiesta sin ambages, que el grave problema del mundo y de la Iglesia es la ausencia de Dios. Ausencia de Dios que necesitaba ser llenada de materialismo, de secularización, de pérdida de sentido trascendente de la vida, deperversión de lo santo. Por ello gritó Pablo VI aquello del humo de Satanás ha entrado en la Iglesia. Lo decía el entonces cardenal Ratzinger con gran claridad:

“Después de este camino largo y difícil, hoy nos dice: el verdadero problema de nuestro tiempo es "la crisis de Dios", la ausencia de Dios, disfrazada de religiosidad vacía. La teología debe volver a ser realmente teo-logía, hablar de Dios y con Dios.

Metz tiene razón. Lo "único necesario" (unum necessarium) para el hombre es Dios. Todo cambia dependiendo de si Dios existe o no existe. Por desgracia, también nosotros, los cristianos, vivimos a menudo como si Dios no existiera (si Deus non daretur). Vivimos según el eslogan: Dios no existe y, si existe, no influye.

Esta había sido la gran mentira de Satanás, no ya que él no exista, sino que el Altísimo tampoco. Y la Iglesia había entrado en ese juego. Había dejado de hablar del enemigo, de las realidades eternas, del estrecho camino que lleva a tal premio, y una vez que el enemigo se silencia, ¿para qué vivir en estado de guerra sin enemigo a la vista? Lo lógico fue lo que pasó: el hedonismo arrasó la Iglesia. Y en ello la pederastia no era más que lógica consecuencia de una humanidad enferma de ausencia de Dios. Sin Dios todos los horrores eran posibles. Y sin Dios el enemigo tenía las puertas abiertas, porque él si que estaba en batalla. Él no duerme.
Al admitir categorías mundanas, poco a poco la Iglesia se mundanizó y, entre otras consecuencias, empezó a tener miedo de hacer público las intervenciones directas de Dios: lo sobrenatural quedó despreciado. Pero es que estas intervenciones no eran pocas, y  sus alertas no iban a la zaga. Una de las más claras vino de la mano de Monseñor Michelini, don Ottavio Michelini. Sus locuciones fueron publicadas con el nihil obstat correspondiente, pero desconocidas y silenciadas, la Iglesia despreciaba alertas nítidas y elocuentes.

Ayer te dije que era mi intención ampliar el diálogo sobre mi Iglesia y sobre hechos y cosas que tocan su vida; hoy te digo que uno de estos hechos que interesa mayormente a mi Iglesia, es la cruda realidad de sus más encarnizados enemigos.

Es una realidad evidente, claramente revelada, rica de tantísimas señales, confirmada por tantos y dolorosos testimonios y causa primera de todos los sufrimientos humanos, creída y terriblemente vivida por todos los Santos de todos los tiempos y por todos los elegidos, porque no se puede ser Santo, no se llega a ser elegido, si no es cribado y atribulado en el crisol de las potencias oscuras del Infierno. Ahora bien, hoy esta realidad no sólo es puesta en discusión, sino que es hasta negada por Pastores, Obispos y Sacerdotes, que con venenoso celo extienden la incredulidad.

Hijo mío, Yo, Verbo eterno de Dios, me propongo volver a afirmar solemnemente la existencia del "tenebroso reino de Satanás" y manifestarte, aunque brevemente, algunas cosas de la naturaleza de esta turbia realidad.

Pretendo además confirmarte una vez más que la finalidad del misterio de Mi Encarnación es sólo el de arrancar las almas al Infierno "eterno", creado para quien no ha querido y no quiere someterse a Dios, Uno y Trino, Alfa y Omega de todo y de todos.

He hablado de Infierno eterno, hijo, y así es, aunque la presunción humana en su ilimitada necedad tenga la absurda y ridícula pretensión de rehacer o corregir los eternos decretos de Dios. Las provocaciones de los hijos de las tinieblas en efecto han sido y son tales que la Omnipotencia del Padre habría ya severamente castigado a esta ingrata humanidad si hubiera faltado la intercesión de Mi Santísima Madre y las oraciones y penitencias de los justos.

He aquí una vez más confirmado lo que te he dicho en precedentes mensajes, publicados en el quinto libro y esto es, que toda la acción pastoral de mi Vicario en la tierra, de los Obispos y de los Sacerdotes trae origen de esta inmutable finalidad: arrancar las almas de las potencias oscuras del Infierno para conducirlas de nuevo a la Casa del Padre Celestial.

Hoy, hijo, la casi totalidad de los cristianos ignora a su más grande enemigo: Satanás y sus diabólicas legiones. Ignoran al que quiere su ruina eterna: ignoran la inmensidad del mal que Satanás les hace; en cuya comparación, las más grandes y graves desventuras humanas son una nada. Ignoran que se trata de la única cosa importante en la vida: la salvación de la propia alma.
Ante a esta trágica situación está la indiferencia, a veces la incredulidad de muchos sacerdotes míos. Está la inconsciencia de muchos otros que no se cuidan de su principal deber que es el de instruir a los fieles, de poner los al corriente del peligro de esta tremenda lucha que se combate desde los albores de la humanidad. No se preocupan de educar  a los fieles en el uso eficaz de los medios de defensa, numerosos y a disposición en Mi Iglesia. Tienen vergüenza hasta de solo hablar de ello, temen ser considerados como retrógradas; como ves se trata de verdadero y propio respeto humano.

Pero tú sabes, hijo mío,  que si en el ejército un oficial deserta de su puesto de responsabilidad es marcado con el título de traidor y la justicia humana lo persigue. ¿Qué decir entonces de lo que está ocurriendo en Mi Iglesia? ¿No es quizá la más trágica y terrible traición tendida a las almas, el dejarlas a expensas del Enemigo que quiere su perdición? 
 
Mi Vicario en la tierra, Pablo VI, no hace mucho tiempo ha dicho que en la Iglesia se están verificando hechos y acontecimientos que no se pueden humanamente explicar, sino con la intervención del Demonio.

Hijo, te he hablado de sombras que apagan el esplendor de Mi Iglesia: todo esto es más que una sombra.

Si hoy el Enemigo está más arrogante que nunca y domina sobre las personas, sobre las familias, sobre los pueblos, y sobre los gobiernos, en todas partes, ¡es natural!  Tiene el campo libre y casi sin oposición.
 
Cierto que para combatir a Satanás se necesita querer ser santos; para vencerlo eficazmente se necesitan penitencias, mortificaciones, oraciones. Pero ¿no es todo esto mi precepto para todos y en particular para mis consagrados? ¿Porqué no se hacen los exorcismos privadamente? Para esto no se necesitan particulares autorizaciones.

¡No, muchos sacerdotes míos no conocen su propia identidad! No saben quiénes son, no saben con qué potencia tan formidable han sido dotados. De esta ignorancia son culpables y responsables. Son exactamente igual que los oficiales de un ejército que desertan de sus puestos de responsabilidad,  haciéndose culpables del caos que de ahí se sigue.  (Locuciones de noviembre de 1978 y octubre de 1975)

Podrían parecer duras estas palabras, o más aún, desconectadas de la realidad actual. Y es que esta era la clave: la realidad material quedó desconectada de la realidad sobrenatural, pero más real ésta cuanto es eterna. Se había perdido la verdadera dimensión del problema. Pero la realidad estaba ahí, y sus frutos también.

La soberbia que nos induce a querer emanciparnos de Dios, a ser sólo nosotros mismos, sin necesidad del amor eterno y aspirando a ser los únicos artífices de nuestra vida. En esta rebelión contra la verdad, en este intento de hacernos dioses, nuestros propios creadores y jueces, nos hundimos y terminamos por autodestruirnos.” (Cardenal Ratzinger, Via Crucis, viernes santo 2005)



sábado, 24 de marzo de 2012

URDANGARIN Y EL FUTURO DE ESPAÑA




Porque estamos asistiendo día a día al derrumbe de un ídolo, cuando pocas veces se nos dará la oportunidad de ser testigos de la caída, lenta pero inexorable, de alguien que el mundo consideraba “grande”. Sabemos que, de vez en cuando, los ídolos son arrancados de sus pedestales y derribados al suelo. Pero también comprobamos lo fuerte que defienden sus intereses los hombres, y como se agarran con uñas y dientes a sus privilegios, poderes, estatus. Sin embargo, quién lo iba a creer años atrás, estamos asistiendo al descabalgamiento de Urdangarín, el yerno del Rey de España, y con él, duro es decirlo, al tambaleamiento de la monarquía española. Años ha ya se filtró aquella frase de la Reina Sofía en el desfile militar del 12 de octubre: “¿qué será de nosotros, de nuestros hijos?”, tal era la presión a la que se veían sometidos por parte del anterior gobierno socialista, con las loas continuas y la reivindicación constante de la II República española como panacea universal. Y con todo, el terremoto Urdangarín puede hacer más daño que aquella presión institucional perversa a la que fueron sometidos desde el gobierno Zapatero.


Y no entro a juzgar actuaciones, sino a constatar evidencias. El tema Urdangarín ha tocado la base de la monarquía española hasta el punto de exigir del Rey de España una intervención a la que estamos poco acostumbrados, eso sí, indirecta, pero clara. Es más, ayer en la inauguración de la nueva (¿y última?) legislatura de las cortes españolas, el Rey fue ovacionado de un modo extraordinario. Pero sin hecho heroico que lo justificara se me antojó más como reconocimiento por los servicios prestados al que pronto los dejará de prestar. No, no me gustó ese gesto de los diputados. Y me trajo recuerdos de aquellos otros aplausos que precedían a la defenestración.


Pero Dios guarda y cuida las dinastías, como guarda y cuida ciertos pueblos. Israel, el pueblo judío ha sido privilegiado por Dios desde antiguo y no por causa y razón de sí mismo, sino por causa y razón de su elección como cuna de la que vendría la Salvación. Dios elige las raíces que traerán al vástago, al retoño salvador, por amor al fruto venidero, pero amando al fruto ama la raíz que lo hizo posible. Y así, a pesar de los mismos elegidos empeñados en incumplir su misión, Dios los protege y conduce a fin de que se encarne la Promesa en el tiempo oportuno. Pero de modo desconcertante, con el advenimiento de la Promesa Dios no olvida la raíz que lo hizo posible sino que, de modo más admirable aún, vela por ellos en espera de otros misterios. Estos son las promesas novotestamentarias sobre la incorporación de Israel a la Iglesia, que será para gran bien del mundo y de la Iglesia, y que aún no vemos ni intuimos.


Y lo que pasa con algunos pueblos pasa con algunas dinastías monárquicas, a veces de modo escandaloso
, que son protegidas por Dios en orden a una salvación que nos deberá venir de ellas. Si incumplen la misión para la que fueron escogidas, Dios retira su protección y se asiste a su derrumbe a veces de modo fulminante. Así pasó con los Borbones francesesDios los quiso como baluarte y defensa de la fe en Francia de un modo inaudito y casi plástico. Recordemos aquel encargo que Nuestro Señor dio a santa María Margarita de Alacoque para que se lo hiciera llegar a Luis XIV:


"Haz saber al hijo mayor de mi Sagrado Corazón, que así como se obtuvo su nacimiento temporal por la devoción a los méritos de mi Sagrada Infancia, así alcanzará su nacimiento a la gracia y a la gloria eterna, por la consagración que haga de su persona a mi Corazón adorable, que quiere alcanzar victoria sobre el suyo, por su medio sobre los de los grandes de la tierra. Quiere reinar en su palacio, y estar pintado en sus estandartes y grabado en sus armas para que queden triunfantes de todos sus enemigos, abatiendo a sus pies a esas cabezas orgullosas y soberbias, a fin de que quede victorioso de todos los enemigos de la Iglesia".

Luis XIV no cumplió y la consagración tardía y angustiosa de Luis XVI, estando ya en prisión en tiempos de la cruenta revolución francesa, no evitó la ruina de la monarquía, y con ella, la ruina de la fe cristiana.

Pero la rama borbónica, como ninguna otra rama dinástica, ha sido tomada por Dios como fuente de futura salvación. Y visto lo visto, el derrumbe al que asistimos, nos desconcierta.

3 de enero de 1946, Ida Peerdeman recibe una extraña visión. Son las apariciones de Ámsterdam. Y cuanto ve lo describirá la misma vidente en ese tono casi onírico que caracterizan las apariciones de Ámsterdam.

"Después veo de pronto a alguien a caballo y con armadura. Cuando pregunto quién es, me responden:

“Juana de Arco”.

Detrás de ella veo de repente surgir una gran catedral. Yo pregunto qué iglesia es y oigo dentro de mí: “Ésa es la Catedral de Reims”. Veo entonces venir un cortejo que va hacia la iglesia. Es un cortejo de tiempos antiguos, con alguien a caballo que lleva un escudo y una espada; a su alrededor hay muchos escuderos. Yo oigo:

“Borbón”.

Siento entonces: Eso es para más tarde.”

¿Qué promesas están reservadas a los Borbones? De esta visión se desprenden muchos símbolos sorprendentes. Un Borbón futuro equiparado a santa Juana de Arco, como tipo de aquella enviada por el Cielo para restaurar la moral y la fe de un pueblo hundido. Un Borbón, caminó de Reims -donde Juana llevó al delfín para su coronación como Rey de Francia- como símbolo de una coronación futura que traerá la paz a una tierra marchita y postrada. Y no una tierra cualquiera, por cuanto la misma Señora aparecida se quiere llamar Señora de todos los pueblos, como si la tal coronación fuera para bien de la humanidad y paz de todos los hombres. Y lo más desconcertante aún, esavisión como de tiempos antiguos, emplazada en el futuro, como de cosas que creíamos perdidas pero que volverán, justo ahora, cuando la crisis económica y la crisis energética llevada a su extremo puede llevar al colapso de lo conocido y así, hacer entendible ese retrotraerse a imágenes que creíamos perdidas. ¿No recuerda acaso esto a aquella extraña imagen de Fátima donde se dispara, con las balas, flechas al Papa y a sus fieles hijos? Símbolos, por ello, de una vuelta a estándares de vida que creíamos perdidos pero que quizá veamos regresar.

Y es que, ese tambaleamiento de la monarquía española no ha hecho sino asombrarme por cuanto diera la impresión de que se prepararan las circunstancias que hagan posible la preparación del esperado. Y no digo que sea mañana, sino simplemente que lo que años atrás parecía una línea sucesoria dinástica tranquila y serena, empieza a adquirir tintes impredecibles. Porque en cierto modo ese Borbón prometido parece, proféticamente hablando, que será de la rama española. Pero esto lo dejo a la sabiduría de los lectores.

viernes, 23 de marzo de 2012

PROFECÍA SOBRE LA MUERTE DE BENEDICTO XVI

Otro más de César uribarri. Este es muy interesante, porque habla de la posible enigmática muerte de Benedicto XVI.


Aquel manuscrito fue entregado como cosa admirable al papa Pío VI. Bien advertía el Pontífice lo difícil de los tiempos que le tocaron vivir. La caída de la monarquía francesa y el asesinato de Luis XVI no fueron más que el inicio de los dolores que hubo de soportar y padecer hasta su conclusión en ese vergonzoso secuestro por parte de las tropas francesas, en las que anciano y paralítico, sería arrastrado en calidad de “prisionero de Estado”, hasta acabar sus días en Valence. La rapidez con que la revolución francesa había puesto fin al orden preestablecido constató que los cantos de dolor de tantas profecías de místicos y santos adquirían un realismo insospechado. Por ello el año de 1793, guillotinado el rey de Francia, será retirado del convento romano de san Francisco a Ripa, por orden del Pontífice Pío VI, un códice que contenía los vaticinios del venerable padre Fray Bartolommeo Cambi, más conocido como Fray Bartolomeo de Saluzzo y que moriría en esos mismos muros en torno al año 1617. El códice le será entregado a Su santidad Pío VI, que tras leerlo detenidamente, mandará colocarlo reverentemente en una urna de plata. El círculo que debió conocer el contenido quizá no fuera grande, pero en 1820 un ejemplar de la profecía le sería entregada por un cardenal a un piadoso prohombre. El tiempo y las amistades harían el resto hasta su inclusión en una edición ya olvidada del año 1860.


El vaticinio es una larga poesía, directa, ágil y clara en sus contenidos que muestra dos predicciones. La primera la entendió Pío VI claramente. La segunda es de creer que la dejara para tiempos mejores. Pero aquel primer vaticinio del venerable Bartolomeo de Saluzzo lo vivió en sus propias carnes. Que ya antes de que la nueva Francia trastocara todo el orden europeo pudo leer aquellos duros y claros versos de fray Bartolomeo: “vendrá la dura Francia y de tales males llorarán pastores y prelados”, o aquel otro que los años posteriores le harían recordar con dolor “¿Que es el Gallo ya venido? ¿Y, tú, Anciano Jefe, que harás? Que vendrá el Gallo cantando fuerte ¡y a cuantos de los tuyos dará muerte!”. Pero el segundo vaticinio era evidente que hablaba de otros tiempos, de tiempos inciertos futuros. Sus temores habían quedado confirmados con la primera predicción de fray Bartolomeo. La revolución francesa era la semilla dolorosa, pero más dolorosos serían los frutos. La segunda predicción quedaba ahogada en la indeterminación del mañana. “Después de un curso de tiempo otro será el que venga: preparado de cepos y cadenas”. Pero las cadenas que habrían de preocupar al Pontífice serían las de Francia. 


La segunda predicción cierto que no tiene más trascendencia que la de un vaticinio, pero sobre ellos, sobre los vaticinios, han descansado y elucubrado los hombres. De ellos las generaciones pasadas siempre han gustado, y a ellos se han acogido. Y cuando no lo han hecho, algunas veces ha sido a costa de su vida. Al grande de Julio César algunos achacaron su desprecio a los vaticinios como causa de su muerte. O más bien a su orgullo, que consciente de los malos augurios, no torció su voluntad a los que le pedían cautela y no acudir al Senado aquel día. Y que los vaticinios no eran cosa menor lo plasmó Miguel Angel en el magnífico techo de la Capilla Sixtina cuando, junto con los profetas, hizo que la sibila tiburtina contemplara por los siglos los misterios de Cristo.


Y es que se muestra la historia preñada de ellos, y más en los tiempos difíciles dondese descubre con asombro como el misterioso halo que los emana se vuelve generoso no, exuberante. Así pasó con la revolución francesa, donde decenas de profecías, augurios o vaticinios anticiparon su cruenta venida. Quizá porque de tan aciaga semilla revolucionaria se expandió por el mundo intelectual y político la construcción de un mundo que no sólo no necesitaba a Dios para nada sino que acabaría persiguiéndole. Y así lo constató Pío VI en carne propia, evidenciando que a Dios gusta atacársele atacando a su Iglesia, primero preparando la construcción intelectual que justifique y desprecie, segundo preparando el golpe en el momento oportuno.


Pero lo que el siglo XVIII no dejó intuir quedará marcado a fuego el año 2005. Quizá el segundo canto del venerable Bartolomeo de Saluzzo desconcertó a Pío VI, pero más a nosotros. La presión revolucionaria francesa sería suficiente para no buscar más allá de cuanto ocurría. Y quizá la segunda predicción no tendría a los ojos de la Iglesia del siglo XVIII más que un valor confirmatorio. Pero lo que a finales del siglo XVIII era un enigma sobre tiempos futuros, a la luz de nuestros días el venerable Bartolomeo de Saluzzo parece haber grabado a fuego el pontificado actual. 


Estamos en su canto segundo (predicción segunda, dice el manuscrito) y de modo sorpresivo el que se ha mostrado elocuente y claro, desconcertantemente se torna misterioso. Es un simple nombre que se vela, unos puntos suspensivos enigmáticos. Pero llaman profundamente la atención. 



“Tu que de Pedro portas
la gran mitra y la gran llave,
sin espada ni armas
morirá el papa B...
(Y entonces ) lo verás claro y distinto,
que mentira yo no he dicho.”


Bartolomeo, que se ha mostrado siempre expreso, claro y nítido, vela un nombre. Y tal silenciamiento es fundamental por cuanto todo el canto segundo, toda la profecía segunda, se quiere enmarcar en torno a esa enigmática muerte tras la cual se hará evidente cuanto se ha profetizado. Como esas corrientes del mal remansadas que habrán de ver roto el dique que hasta ahora las ha detenido. Pero tan llamativo como ese nombre velado son las pinceladas que describen el entorno en que se producirán las cosas: los pecados de los hijos de la Iglesia (“ah, monjes, sacerdotes y frailes, si no cambiáis de vida, también vosotros seréis hechos trizas”); la riqueza precedente y abruptamente finalizada (“mas decidme, ciudades ricas y ornamenteadas, que habéis devenido en pocilgas... Que ni les han de valer las torres ni sus fuertes muros”). O cuando predice la división de España, o la violencia que anegará Europa -e Italia en concreto-. O la vuelta de un islam violento ("vendrá el Turco Moro gimiendo como un toro, haciendo estragos con brasas de hierro y goma...”). 


Cierto, no dejan de ser descripciones aplicables a muchas épocas, a muchos tiempos, pero ese enigmático “papa B” enmarcará todo en una dimensión históricamente concretable.


Y es que es ésta una época extraña, porque muchas de las cosas vaticinadas desde tiempos remotos parecen congelarse en nuestros días. Como si los detalles que ayudaran a ubicar las épocas descritas no avanzaran más allá de la nuestra. No, no se nos han dado detalles visuales que eleven nuestra imaginación sobre cómo habrá de ser el soñado mañana del hombre, pero continuamente se han vaticinado detalles referidos a nuestros días como aquella mítica frase de san Vicente Ferrer de que las cosas ocurriráncuando los hombres vistan como mujeres y las mujeres como hombres. Es una sobreabundancia, como constelación de hitos que parecen remansarse en esta contemporaneidad. Pero congelación condensada que invita a pensar que quizá el mal es de fondo, permanente, como una corriente que naciendo en tiempos anteriores ha llegado a nosotros, quedando contenida a la espera de su desenlace.


¿Qué puede ser ese enigmático papa B? ¿Quién puede ser? Y si en todo se mostró fray Bartolomé expreso aquí quiso jugar con el misterio. Misterio y juego, cierto, por cuanto tratándose de estrofas uno acaba buscando la rima posible. Y juego por cuanto Bartolomeo usó una métrica y una rima irregular que permiten muchas terminaciones, pero por ello resulta bien posible asignar a esa enigmática “B” una terminación previsible a la luz de lo dicho: la terminación en “eo” (el original está en italiano). Y por eso quedó marcado el año 2005 cuando al Papa reinante le dio por llamarse, en italiano, Benedetto.


Pero no es más que un vaticinio. Uno más entre tantos otros. Y así lo dejo, como curiosidad para estos tiempos oscuros porque, junto con males y dolores, el venerable Bartolomeo nos dejó esperanzadores cantos a una renovación de la Iglesia:



“la Iglesia en oriente,
¡oh, afortunada gente
que la veréis plantada y renovada.
Vedla tan bella como al principio,
tú, luciente estrella,
que darás inicio
a tan bello edificio.
¡Oh, que recompensa!
¡Oh, feliz suerte!”.

jueves, 22 de marzo de 2012

EL ÚLTIMO EXORCISTA

Últimamente, no tengo mucho tiempo de dedicarme al blog. Ahí va un post de César Uribarri, que es de gran interés, y merece difundirse mas, como todos los suyos.




“Es obvio que no yo no soy el último exorcista en este mundo. Después de mi vendrán otros, es más, ya han venido, incluso jóvenes. Pero en el mundo somos tan pocos que cada uno de nosotros en su batalla diaria se siente inevitablemente como si fuera el último, el último exorcista llamado a combatir contra el gran enemigo, el príncipe de este mundo, Satanás. La Iglesia, todavía hoy, hace muy poco por formar a nuevos exorcistas. Hacen poco los obispos. Es ésta mi queja y por ese motivo he aceptado que el libro saliese con este título”.


Estas palabras del padre Gabriel Amorth quieren explicar el porqué de ese título tan provocativo con el que sale al mercado en Italia su última obra -escrita junto con el vaticanista Paolo Rodari-. Gracias al portal de noticias La bussola quotidiana nos han llegado algunos pasajes. Y no tienen desperdicio.


Hay un algo de global, de total, en los extractos seleccionados, lo que se agradece en estos tiempos de información parcial, de fragmentos de realidad desvinculados unos de otros. Y así la opinión del padre Amorth es sencillamente omnicomprensiva. Y pone los puntos sobre las íes. Puntos que a pesar de ser continuamente silenciados o ridiculizados exigen una mirada de frente, porque sin enfrentarlos, aunque sea intelectualmente, apenas se puede entender cuanto pasa.


Y lo primero que denota la mirada personalísima de Amorth es su carácter netamente escatológico. 


El mundo está bajo el poder del diablo. Y junto con Satanás muchos de sus profetas. Personas que la Biblia llama los falsos profetas. Falsos porque llevan a la mentira y no a la verdad. Estas personas existen tanto fuera como dentro de la Iglesia. Son fácilmente reconocibles: dicen que hablan en nombre de la Iglesia pero hablan en nombre del mundo. Exigen de la Iglesia que asuma los roles del mundo, y hablando así confunden a los fieles y llevan a la Iglesia a aguas que nos son las suyas. Son las aguas del Maligno. Las aguas que la Biblia describe de modo admirable en su último libro, el Apocalipsis."

"La ira de Satanás ha existido desde el principio del mundo. Pero cuando Dios ha enviado al mundo a su Hijo, Jesús, esta rabia ha aumentado. Con la venida de Cristo el choque entre los dos ejércitos se hace directo. Satanás incita al pueblo contra Cristo y se las arregla para convencerlo de que debe matarlo. La muerte de Jesús es la victoria de Satanás. Una victoria aparente, porque en realidad con la Resurrección es Cristo quien triunfa. Pero su victoria no elimina el mal. No elimina la presencia del dragón, la bestia, Satanás. Éstos todavía permanecen, pero desde la venida de Cristo el hombre tiene la certeza de que, si confía en Él, puede vencer. A pesar de las dificultades de la vida puede vencer a la muerte."

"Hoy en día, dos mil años después de la venida de Cristo, la lucha es más feroz. Estamos en un choque final. Por un lado, el ejército de Satanás. Por el otro el ejército de Dios con todos sus santos y mártires, que derramaron su sangre en beneficio de los que permanecen en el combate. Cada gota de sangre de los mártires es usada por Dios en esa lucha continua contra el diablo.”


Estos párrafos del padre Amorth explican el mundo actual con una profundidad a la que no estamos acostumbrados. Por ello los hitos históricos -y cuanto sucede y ha de suceder- exigen ser leídos en una clave que no debe olvidar las tensiones espirituales subyacentes. No son tiempos normales, el dragón enfurecido plantea un combate que por su crudeza y dimensión se puede considerar de "choque final". Son tiempos, dirá el padre Amorth, descritos en el último libro de las Sagradas Escrituras. Es decir, son tiempos apocalípticos.


Y para tal dimensión y crudeza el dragón ha establecido una estrategia.


El ataque de Satanás está destinado principalmente a quienes ostentan puestos de poder en el mundo. Porque atacar a los hombres que tienen grandes responsabilidades equivale a atacar en cascada a muchísimas personas. Y después, los más atacados son los hombres de la Iglesia."

"Satanás ataca sobre todo al Papa.Su odio por el sucesor de Pedro es feroz. Lo he experimentado en mis exorcismos. Cuando nombro a Juan Pablo II los demonios escupen rabia. Otros tiemblan. Otros lloran y suplican que no lo nombre más. Y esto también sucede con Benedicto XVI. Cada gesto de Joseph Ratzinger, su liturgia, son un poderoso exorcismo contra la furia del demonio."

"Después del Papa, Satanás ataca a los cardenales, obispos y a todos los sacerdotes y religiosos. Es normal que sea así. Ninguno se debería escandalizar. Los sacerdotes, religiosos y religiosas, están llamados a una dura lucha espiritual. No deben ceder ante el diablo. Si abren la puerta de su alma al diablo, aunque sea ligeramente, éste entra y les toma toda su vida.”


Palabras duras, pero no gruesas. Quizá la cruda descripción de estos párrafos ayuden a entender la actual inquina contra el Papa Ratzinger, o la curiosa coincidencia legislativa de signo anticristiano en tantos países, o los terribles escándalos que ha sufrido la Iglesia con la pederastia.


Son tiempos oscuros, de poder de Satanás sobre el mundo. Pero el mismo padre Amorth, el mismo que denuncia que son tiempos bajo el poder del maligno, el mismo que declara la furia actual del dragón en estos tiempos, el mismo que aclara la estrategia en cascada de la serpiente para dominar a todos, el mismo Amorth desconcierta con unas palabras sorprendentes. Y no tanto por recordar uno de los mensajes más conocidos de Medjugorje, sino por la matización personal que hace.


“Nuestra Señora dijo en Medjugorje el 14 de abril de 1982: Dios ha permitido que Satanás ponga a prueba a la Iglesia durante un siglo, pero ha añadido: No la destruirá. Este siglo en el que vivís está bajo el poder de Satanás, pero cuando sean realizados los secretos que os he confiado, su poder se quebrará."

"Palabras que nos dicen que Satanás está hoy trabajando, pero a la vez que él, también está la Virgen. Sabemos poco de los secretos confiados a los videntes de Medjugorje. Sabemos sin embargo que cuando -pronto, muy pronto- estos secretos se realicen, el dragón será derrotado y el reino de la luz triunfará.”


“Pronto, muy pronto”. No parecen palabras dichas a la ligera, sino medidas y sopesadas. Y si bien no sabemos de dónde saca tal prontitud, ni cuales son sus fuentes, hay que reconocer que viniendo de quien vienen, llenan de esperanza. 

martes, 20 de marzo de 2012

EL YUNQUE



Reproduzco el siguiente artículo de César Uribarri, por su gran interés, porque merece la máxima difusión y porque estoy de acuerdo en su totalidad con él.

Sobre lo que no se conoce es mejor callar. Y hubiera callado si no fuera por lo que refleja la existencia de El Yunque. Es decir, no es tanto mi interés por lo qué sea El Yunque o quienes lo conformen, si no por las razones, circunstancias o condiciones, que han posibilitado su existencia. Porque esas son las preocupantes.


En primer lugar he de reconocer que mi primera impresión sobre esta “organización” fantasma era positiva. “Bien, los masones llevan siglos trabajando en lo oculto para colocar a los suyos y extender su odio a la religión, y ahora hay como una masonería católica, que en lo oculto, quiere extender su amor a la religión colocando a los suyos”. En ambos casos estamos, por tanto, ante una estrategia. Estrategia que ha salido redonda al proyecto masónico -no en vano un porcentaje social elevadísimo, casi diría que el 90%, respira la connaturalidad del ideal masónico: no Dios, no religión, sólo mundo y relativismo moral-, pero cuyos éxitos en el otro campo -el ideal católico- parecen nulos. Estrategia por cuanto se pretende un objetivo y no tanto un modo de vida. Y ese objetivo se logra con el diseño de la actuación piramidal o de estratificación en niveles, de modo que los de abajo ni saben quienes son los de arriba ni cuales son las intenciones últimas de las decisiones que se les trasladan. Son los hechos los que nos ayudan a descubrir las intenciones últimas, o el objetivo pretendido. Y de todo el complejo entramado masónico lo que los hechos muestran es, ante todo, el odio a la Iglesia católica y su intento de acabar con ella. El resto es parte de esa estrategia: como el relativismo moral, el laicismo militante, la persecución a la libertad de conciencia.


En el campo contrario, en el terreno de El Yunque, nos movemos ante el desconocimiento. Por ello quizá sería mejor callar, porque nos faltan elementos de juicio suficientes para percibir el objetivo último de esta organización. Pero como algún medio digital (El Confidencial) está obsesionado en descubrir que hay detrás podemos permitirnos las ficción de asumir como válido lo que se nos cuenta: que el objetivo de El Yunque es extender el reinado de Cristo en el mundo. Y ahí encaja con lo que en un principio me había llegado y que me hacía mirar con simpatía esta organización. Porque si ese es el ideal, me parece maravilloso.


Entonces, ¿El Yunque existe? Salvo que uno pertenezca a esta organización, el resto no tenemos la certeza de su existencia, pero los indicios apuntan a su realidad. Lo que está claro es que no es una cosa de la Iglesia, sino de la libérrima voluntad de quienes lo conforman. Por lo que esas afirmaciones relativas a que “es una bomba que puede explotarle a la Iglesia en un futuro” no tienen más sentido que el aprovechamiento doloso que hagan de esto quienes quieran denigrar a la Iglesia a cualquier precio. Porque la Iglesia como institución ni ampara, ni regula, ni ejerce su control sobre una organización que, amén de oculta, funciona movida por la libre voluntad de quienes la conforman, sin sometimiento a la autoridad de la Iglesia ni a su disciplina.


Hay dos aspectos que me parecen preocupantes de todo esto. Aspectos que no son otros que las causas que llevan al nacimiento de organizaciones de este cariz. La primera, y evidente, es la presión social militantemente anticristianaque invita a organizarse para librarse de tal presión. La segunda, la ausencia de pastores que defiendan las verdades evidentes de la fe hasta el punto de llevar a los fieles a vivir y a organizarse al margen de tales pastores. Es decir, en un entorno violentamente anticristiano (porque la violencia social también lo es psicológica, institucional, legal, vital), el pueblo cristiano se ve zarandeado sin nadie que acuda en su rescate, sin nadie que le mantenga firme en la fe, sin nadie que le ampare de los lobos con piel de oveja. Lógico, entonces, el nacimiento de cauces de defensa y organización. Porque para tal génesis sólo hacen falta esos dos ingredientes y unos hombres con voluntad de acción. Los ingredientes los tenemos a granel, los hombres con voluntad de acción es cuestión de tiempo que las sociedades lo provean. Y por lo que se ve, los ha proveído.


En este sentido El Yunque se presenta como reacción a una presión real fuera y dentro de la Iglesia contra las verdades de la fe. Y si nace como reacción lo importante no es tanto centrarse en lo sintomatológico sino en la enfermedad que lo produce. Es decir, el Yunque nace como reacción en unos tiempos sinceramente oscuros. Y ahí, el juicio de los tiempos que se hace desde el mismo Yunque no desentona, es más, es veraz y completo. Pero la reacción no puede pretender sanar la enfermedad, cuando ella misma es consecuencia de ésta. Y ahí, en mi modestísima opinión, El Yunque se equivoca y puede dejar víctimas desilusionadas y que se sientan utilizadas.


Los hechos recientes de la historia de España muestran lo falaz de tratar de sanar la enfermedad desde dentro. Catolicísimos políticos a lo largo de la historia democrática española so capa de vivir la naturalidad de la fe dentro de los partidos, sin desentonar, para cambiarlos desde dentro, ha mostrado que ni los partidos han cambiado ni la sociedad, precipitándose ambos por el relativismo moral a velocidades de crucero. Luego, y sin entrar en el fondo, la estrategia ha resultado mala no, lo siguiente. Pero parece que El Yunque quiere reiterar la estrategia. Colocar en lo oculto a los suyos para que estos vayan girando la maquinaria social desde sus posiciones. Bien, loable fin. Pero año a año vamos viendo que la estrategia (de nuevo) es infructuosa.


Y es que es este el problema. Los fines sobrenaturales no pueden ser logrados humanamente. El fin pretendido por El Yunque -la instauración del Reino de Cristo en la tierra- es divino, y las armas para su logro deberán ser divinas. Angélicas milicias, celestiales espadas. Generar una estrategia humana para lograr esto está llamado al fracaso y a la perversión. Al fracaso porque entender como objetivo humano una instauración de lo religioso, lleva a cosificar lo espiritual. Y lo espiritual, siendo cierto que exige una plasmación civil, social en la que desarrollarse, exige más aún la encarnación personal en el alma de cada uno. De modo que cuando se hace de lo religioso un objetivo, una estrategia, se está reduciendo lo religioso al plano social, descarnando el hecho religioso del ámbito de lo personal, de lo íntimo, y por ello de lo sagrado. Y una religión así es coja y no cuaja. Amén de que aquellos que siendo atraídos por lo religioso para tal fin, al percibir que su “intimidad espiritual” no es más que puerta de acceso a un objetivo político, pueden quedar heridos al saberse usados en los más íntimo.


Otro factor negativo es que, al quedar fuera de la vigilancia de la Madre Iglesia, el loable objetivo de El Yunque podrá desnaturalizarse en la medida que los líderes (esos hombres con fuerte voluntad de acción) vayan deslizándose hacia fines menos loables. Y como la configuración es piramidal y jerárquica, no habrá forma de poner freno a ésto o de reconducir los ideales. Sin embargo, esos dos elementos que posibilitaron el nacimiento de esta organización pueden ser al mismo tiempo diques contenedores: habiendo presión anticristiana y faltando pastores dignos de su cargo, es probable que el fin loable siga firme justo porque lo que hay en el “otro lado” es lo que se repele.
En este sentido la historia de la Iglesia, de sus santos, muestra que el camino de la instauración del Reino de Cristo es, amén de misterioso, increíblemente respetuoso con la libertad del hombre. El gran edificador de Europa, san Benito, se muestra como figura a tener en cuenta. Construye Europa desde la pública y notoria vivencia al margen de un mundo empeñado en el abismo. Con pequeñas comunidades que libremente eligen el vivir para Dios con las leyes de Dios y una regulación humana tendente a hacer de ellas norma y sentido de la vida. Esos focos sostuvieron un mundo en decadencia y caos. Y lo reedificaron. Justo porque el objetivo no era otro que llegar a Dios es por lo que llegaron al hombre y construyeron Europa.


Ese es el orden. No hay otro. El problema es que hay un mundo que se empeña en renegar de su paz, que no es otra que Dios. Y una Iglesia que parece que ha renegado de construir la ciudad de Dios. Y por todo ello entiendo que surjan organizaciones como el Yunque. Pero me entristece justo por las causas que las hacen nacer.