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martes, 12 de abril de 2011

MARTES DE PASIÓN

Concédenos, Señor, perseverar en el fiel cumplimiento de tu santa voluntad, para que, en nuestros días, crezca en santidad y en número el pueblo dedicado a tu servicio. Amén

Meditación

1.- El aumento del número de cristianos, está íntimamente ligado a nuestra manera de vivir nuestra vocación cristiana. Vivir conforme a la voluntad de Dios es la polea que estimula la apertura del corazón de los no creyentes o alejados de Dios. Se trata de un dogma de Fe: la comunión de los santos. Mi manera  de vivir influye espiritualmente en la vida de los demás, positiva o negativamente. Piensa en la teoría de los vasos comunicantes. Si echas o sacas agua de un vaso sube o baja el nivel en los demás vasos. Igual ocurre con la fe. Una vida conforme a la voluntad divina, dejándose inspirar por la acción del Espíritu y aceptando cuantas inspiraciones Dios nos haga llegar al corazón, no solamente nos pone a nosotros en la senda de la perfección, sino que, de rebote, eleva la santidad y el número de quienes busquen y encuentren a Jesucristo.

2.- Vivir atentos a la voluntad divina y mantenerse fieles a ella, es la manera mas apostólica y fructífera de salvar al mundo convirtiéndonos nosotros en verdaderos apóstoles. Vivir así, con esta dimensión misionera en nuestra vida, hace que el número de los dedicados al servicio de Dios aumente y su santidad repercuta en el bien de todos.

Pregúntate: si das sentido apostólico y misionero a tu esfuerzo por mantenerte fiel a la voluntad de Dios, si vives conscientemente el dogma de la comunión de los santos.


Súplica

Señor Jesucristo, que aceptaste la voluntad del Padre y te hiciste hombre hasta la muerte y muerte de cruz, dándonos así pruebas claras de tu disponibilidad para cumplir siempre y cabalmente la voluntad de Dios, mira mi débil y frágil voluntad.

Deseo, Señor, estar atento a las inspiraciones de tu Santo Espíritu y a cumplirlas fiel y gozosamente. Ayúdame a no tener miedo a cuanto me pidas.

Quiero, Señor Jesucristo, convertir mi aceptación de tu voluntad en un verdadero apostolado, ofreciendo cuanto me cueste obedecerte, a favor de todos los hombres.

Que nadie quede alejado de ti por mi falta de entrega a ti; que nadie te siga desconociendo porque yo, con mi falta de sumisión a tu voluntad, le bloquee el camino hacia ti.

Amén.


Jaculatoria

Hágase en mí tu voluntad.

LUNES DE PASIÓN

Señor Dios nuestro, cuyo amor sin medida, nos enriquece con toda bendición, haz que, abandonando la corrupción del hombre viejo, nos preparemos, como hombres nuevos, a tomar parte en la gloria de tu reino. Amén

Meditación

1.- Jesús lo había dicho en el Evangelio: "A vino nuevo, odres nuevos" Marcos 2, 18-22). Echar vino nuevo en odres viejos es una tontería pues equivaldría a perder el vino y los odres. El vino nuevo es Jesús, es su Palabra, es su Misericordia sin límites. Los odres nuevos somos los hombres que acogemos y atesoramos esa fuerza divina. La novedad consiste en andar con un corazón nuevo, o sea, ser un hombre nuevo. Esto conlleva: rejuvenecer interiormente nuestra vida, no anclarnos en el pasado, ver las cosas y las personas con ojos de Pascua, vivir conforme a las prioridades de la fe, relativizar todo cuanto no sea absoluto, no dejarse atrapar por condicionamientos humanos, buscar afanosamente el proyecto de Dios.

2.- Le pedimos al Señor que nos ayude a renunciar a todo lo anterior, a no dejarnos atrapar por lo caduco, lo contingente. Solamente movidos por el amor sin medida de Dios lo graremos entrar en su reino como hombres totalmente nuevos.

Es necesario analizar nuestra vida para ver si seguimos siendo hombres viejos, odres viejos, corazones viejos.

Pregúntate: si eres un odre viejo o nuevo, de qué debes desprenderrte para entrar en la novedad de Dios, qué vas a hacer para vivir como hombre con un corazón nuevo.


Súplica

Señor Jesucristo, novedad de Dios Padre, tu Palabra y tu Vida son las fuentes de donde mana la vida nueva en el Espíritu. A esas fuentes quiero acudir para beber abundantemente de sus aguas de fidelidad a ti y a tu Espíritu.

Aleja de mí toda atadura al pasado, a cuanto huele a rancio en el amor y la esperanza, a todo lo que me ate y me esclavice, a todo cuanto me doblegue el corazón y que no seas Tú.

Quiero ser, Señor, un hombre nuevo, con ojos de Pascua en el corazón y la mente, que sepa ver mi propia realidad y la de los demás como lo ves Tú.

por tu amor infinito y sin límites infunde en mi corazón el deseo de ser un hombre nuevo que basa su vida en ti y en tu amor.

Amén.


Jaculatoria

Dame, Señor, un corazón nuevo.

DOMINGO DE PASIÓN

Te rogamos, Señor Dios nuestro, que tu gracia nos ayude, para que vivamos siempre de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo. Amén.

Meditación

1.- El amor salvífico universal fue motor que empujó al Hijo de Dios a encarnarse en una carne de pecado como la nuestra. Ese amor salvífico brota de las entrañas del Padre que, por misericordia infinita, tuvo compasión de los hombres y envió a su Hijo al mundo. El Verbo eterno, participando infinitamente de aquel amor del Padre por nosotros, sus criaturas pecadoras, asumió la tarea de rescatar y llevar al seno de Dios Padre a quienes libremente nos habíamos alejado de Él. Esa obediencia del Hijo le llevó, no solamente a la encarnación, sino también a sustituirnos en la pena rompiendo las cadenas del pecado. Pagó con su muerte en la cruz nuestra deuda de desamor al Padre.

2.- Suplicamos al Padre que inyecte en nuestros corazones aquel mismo amor que compartió con su Hijo y le llevó hasta la cruz. Se trata, pues, de un amor divino compartido con nosotros, los humanos. Solamente podemos recibir ese amor y vivir de él en la medida en que Dios nos lo regale.


Ese amor divino compartido tiene una característica propia. Se trata de un amor universal y salvífico. Se trata de extender nuestro amor a todos los hombres, sin distinción alguna, y, además, tiene como destino último la salvación de los hombres. O sea, se trata de amar como amó Jesucristo y el Padre. Un amor sin fronteras y totalmente altruista.

Pregúntate: si tu amor tiene fronteras o límites, si excluyes a alguien de ese amor, si tu amor tiene una finalidad apostólica y salvífica.


Súplica

Señor Jesucristo, que por amor al hombre te encarnaste en el seno virginal de María y abrazaste voluntariamente la cruz para salvarnos del pecado y devolvernos a los brazos amorosos de Dios Padre. Mira mi pobreza en el amar. Fíjate que mi amor es limitado, egoísta, interesado, exclusivo y excluyente.


Te suplico, Señor, me concedas un amor como el tuyo. Déjame compartir tu amor universal y salvífico. Déjame engarzar mi amor humano, pobre y limitado, en tu amor sin límites de tiempo, lugar y espacio. Que la salvación de los hombres me empuje a abrirles mi corazón como Tú abriste el tuyo en la cruz.


Enséñame a amar como Tú y el Padre amáis a los hombres.

Amén.


Jaculatoria

Que mi amor, Señor, se extienda a todos los hombres.