martes, 12 de abril de 2011

DOMINGO DE PASIÓN

Te rogamos, Señor Dios nuestro, que tu gracia nos ayude, para que vivamos siempre de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo. Amén.

Meditación

1.- El amor salvífico universal fue motor que empujó al Hijo de Dios a encarnarse en una carne de pecado como la nuestra. Ese amor salvífico brota de las entrañas del Padre que, por misericordia infinita, tuvo compasión de los hombres y envió a su Hijo al mundo. El Verbo eterno, participando infinitamente de aquel amor del Padre por nosotros, sus criaturas pecadoras, asumió la tarea de rescatar y llevar al seno de Dios Padre a quienes libremente nos habíamos alejado de Él. Esa obediencia del Hijo le llevó, no solamente a la encarnación, sino también a sustituirnos en la pena rompiendo las cadenas del pecado. Pagó con su muerte en la cruz nuestra deuda de desamor al Padre.

2.- Suplicamos al Padre que inyecte en nuestros corazones aquel mismo amor que compartió con su Hijo y le llevó hasta la cruz. Se trata, pues, de un amor divino compartido con nosotros, los humanos. Solamente podemos recibir ese amor y vivir de él en la medida en que Dios nos lo regale.


Ese amor divino compartido tiene una característica propia. Se trata de un amor universal y salvífico. Se trata de extender nuestro amor a todos los hombres, sin distinción alguna, y, además, tiene como destino último la salvación de los hombres. O sea, se trata de amar como amó Jesucristo y el Padre. Un amor sin fronteras y totalmente altruista.

Pregúntate: si tu amor tiene fronteras o límites, si excluyes a alguien de ese amor, si tu amor tiene una finalidad apostólica y salvífica.


Súplica

Señor Jesucristo, que por amor al hombre te encarnaste en el seno virginal de María y abrazaste voluntariamente la cruz para salvarnos del pecado y devolvernos a los brazos amorosos de Dios Padre. Mira mi pobreza en el amar. Fíjate que mi amor es limitado, egoísta, interesado, exclusivo y excluyente.


Te suplico, Señor, me concedas un amor como el tuyo. Déjame compartir tu amor universal y salvífico. Déjame engarzar mi amor humano, pobre y limitado, en tu amor sin límites de tiempo, lugar y espacio. Que la salvación de los hombres me empuje a abrirles mi corazón como Tú abriste el tuyo en la cruz.


Enséñame a amar como Tú y el Padre amáis a los hombres.

Amén.


Jaculatoria

Que mi amor, Señor, se extienda a todos los hombres.

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