Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí. Que me ves, que me oyes., te adoro con profunda reverencia. Pido perdón por mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi padre y señor, ángel de mi guarda, interceded por mí.
Dios creó al hombre a su imagen. Dios creó al hombre y la mujer, decía un documento del concilio vaticano 2º, -Gaudium et Spes- que el ser humano es la única criatura que en la tierra que Dios ha amado por sí misma,,,
Félix Rodríguez de la fuente nos introdujo en el maravillosos mundo de los animales, ejerciendo una gran labor pero introduciendo mucha confusión en atribuir cualidades humanas a los animales. Igual que Walt Disney. Parece una tontería pero despista muchísimo, creando una relación entre los animales como si fueran espirituales, eso no existe en el mundo animal, no está en la dignidad del animal irracional, nunca.
Esta confusión ha sido una abono estupendo, para que el hombre no quiera reconocer la condición distinta del ser humano, de la naturaleza humana, que ha sido hecho a imagen de Dios.
Se dice en el génesis: “cada vez que Dios crea algo, acaba diciendo: “y vio que era bueno”, por tanto no estamos al mismo nivel que los animales irracionales. Hemos sido creados a imagen de Dios, somos hechura divina, excepto cuando la naturaleza humana está dañada y deformada por el pecado, como un asesino o un médico de abortos, son personas con las manos manchadas de sangre, ahí es mas difícil reconocer a Dios. Y sin embargo está.
Porque ese hombre es capaz de Dios hasta la muerte, por tanto el hombre es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí mismo. Sólo el –dice el catecismo- , está llamado a participar por el conocimiento y el amor, de la vida de Dios. Para este fin ha sido creado, esta es la razón fundamental de su dignidad.
Y las demás criaturas están para servir al hombre. En otras palabras, Dios ha creado el mundo para el hombre, toda la creación está aquí para el hombre. Tal es la grandeza del hombre. Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona, no es solamente algo sino alguien.
Otro error frecuente en los telediarios, es cuando se dice: “estaba tan enfermo que es un vegetal”. Mentira. Un vegetal es un vegetal, y hay un salto infinito. Una persona puede tener dormidas todas sus capacidades y potencias, pero no son vegetales. Nunca. No es algo. Es alguien, que es capaz de conocerse, que es capaz de darse libremente, de entrar en comunión con otras personas. Y –llamado por la gracia- a una alianza con su creador, la gracia como participación en la naturaleza divina.
Por tanto el ser humano, tiene una dignidad tal: “que todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza”. Dios también se recrea en ti, y te da no solamente unas cualidades animales, que como animales somos los últimos, en velocidad, en fuerza, en agilidad. Un monito a los tres meses se vale por sí mismo y un bebé no hace nada, como animales somos los últimos. Nuestra dignidad es que somos imagen de Dios, hechura divina, seres libres, capaces do conocerse, capaces de entregarse, y por la gracia, es decir, por los méritos adquiridos por nuestro señor Jesucristo, que ha dado la vida por nosotros mismos, nos introduce en su propia familia.
Dios quiere decirte: tú eres mi hijo, te daré las naciones en herencia. Entre esta realidad y tu mismo se abrió la sima del pecado. El hombre hace uso de sus cualidades para rebelarse contra Dios, y utiliza su libertad para hacerse como Dios. La gran tentación del ser humano viene de la pulsión de no bastarse consigo mismo, al igual que les pasó a los ángeles caídos.
Esta caída en la sima es lo que provoca una re-creación por parte de Dios, que viene a la tierra para levantar al hombre caído. Dios no te quiere perder, es ese padre del hijo pródigo que sale todos los días al camino diciendo, a ver si este hijo vuelve. El puente roto entre Dios y los hombres, ha sido restablecido por Cristo.
La condición humana no es, como dicen los existencialistas, un ser para la nada. Tú no eres un ser para la nada, no eres un ser para la muerte. Además, negamos la muerte. La muerte no existe. La muerte para nosotros es una puerta. Hasta el último instante de la agonía, hay vida. La muerte es sólo un límite. Es la vuelta a la casa del padre, por eso, un hombre de Dios está siempre contento.
Y esa es la primera pregunta que debiéramos hacernos. Tú, ¿estás siempre contento?. ¿Pierdes la paz?, ¿Los problemas te quitan la paz?. Si tienes dolor físico, ese, hoy día se puede quitar. Decía san Josemaria: hijos míos el dolor, si se puede, se quita, y si no (porque todavía no ha llegado el médico, por ejemplo), se ofrece. Y ojo, el dolor físico muy intenso no es bueno, porque puede matar. Para el dolor espiritual, sólo funciona la medicina de Dios.
Un hombre como tú, que se rebela ante ese comportamiento de un hijo o una hija, ante eso que no esperabas de un hermano, o de tu mujer, ¿Cómo es posible?. De la misma manera que intentar aguantar un dolor físico muy intenso, puede llegar a matar. Intentar comerse la amargura de los propios problemas, puede matar el alma.
Dolerse de la muerte de un ser querido es humano. Incluso enfadarse con Dios, por una pérdida de alguien muy cercano, es comprensible. Hasta el propio san Josemaria, ante la muerte de un estudiante muy próximo a el, se lamentaba ante Dios: no lo entiendo, señor, te llevas a los que mas te quieren. Pero inmediatamente se puso en las manos de Dios: tu sabrás señor, tu sabrás. A veces nos rebotamos con Dios cuando ocurren estas cosas, como si las criaturas fueran nuestras y no de Dios.
Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. Y que a pesar de nuestras rebeldías, de nuestras caídas, nos coja en el último momento diciendo: padre, hágase tu voluntad.
Te doy gracias Dios mío por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones, que me has comunicado en esta meditación, te pido ayuda para ponerla por obra. Madre mía inmaculada, San José mi padre y señor, ángel de mi guarda, interceded por mí