martes, 15 de marzo de 2011

PRIMER MARTES DE CUARESMA

Señor, mira con amor a tu familia y a los que modera su cuerpo con la penitencia, aviva en su espíritu el deseo de poseerte. Amén

Meditación

Yo, como todo bautizado, formo parte de "la familia de Dios". No soy un extraño para Él. Me conoce por mi nombre desde el vientre materno. Nada mío le es ajeno. Estoy tan engarzado en Él y Él en mí, que su vida es mi vida y mi vida es la suya: "Ya no vivo yo, en Cristo que vive en mí" decía el Apóstol Pablo. Y, como también decía el Apóstol, "¿Quién me podrá separar del amor de Cristo?". El hecho de ser "familia suya", como hoy dice la Oración, es una realidad que debe serenar, apaciguar y engrandecer mi espíritu.

En este martes cuaresmal le pedimos al Señor que "mire con amor a su familia". O sea, que me mire a mí con amor, y no solamente a mí, sino a todos los bautizados, pues todos, por el Bautismo, somos, como decía Santa Teresa, "de los de su cámara y gobierno".

Esta auténtica realidad espiritual, el ser miembro de la familia de Dios no es un estado estático sino en movimiento constante. Desde el Bautismo, donde Dios sembró en nosotros la semilla divina, hasta que lleguemos a total posesión de Dios en la vida eterna, esa semilla ha de crecer de día en día. No podemos conformarnos con nuestro estado espiritual actual, al contrario, hemos de avanzar cada día en la búsqueda de Dios. En este sentido, el no progresar equivale a retroceder. Por eso:

Pregúntate: si sientes cada día el deseo de avanzar en el conocimiento de Dios y en su búsqueda. Si cada día te esfuerzas, con la ayuda de Dios, por entrar en un mayor contacto con Él. Pregúntate qué vas a hacer hoy para intensificar tu pertenencia a la familia de Dios.



Súplica

Señor Jesucristo, Hijo de Dios y mi hermano. En las aguas de Bautismo me has hecho parte de ti mismo. Tu vida se mezcla con la mía. Y por la Eucaristía, tu sangre y tu carne se injertan de tal modo en mi cuerpo que ya no es posible separarlas.

¿Quién podría imaginar que el amor de un Dios eterno y todopoderoso se llegara a mezclar con la sangre de sus criaturas? Por eso, Señor Jesús, te doy gracias de todo corazón por este misterio de amor.

Pero, con tu auxilio, quiero crecer cada día en esa unión admirable. Quiero formar parte de ti, vivir en ti, sentirme uno contigo, sin que nada ni nadie nos separe.

Tu gracia, Señor, es la savia que corre por mi espíritu fortaleciendo mi pertenencia a tu familia de amor. Haz, Jesús, que en estos días cuaresmales, me esfuerce por corresponder a tu gracia de modo que te sienta en mí y yo me sienta acomodado en ti.

Amén.


Jaculatoria

Señor, Jesús, mi vida y mi todo.

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