sábado, 26 de marzo de 2011

SEGUNDO VIERNES DE CUARESMA

Concédenos, Dios todopoderoso, que, purificados por la penitencia cuaresmal, lleguemos a las fiestas de Pascua limpios de pecado. Amén.

Meditación

1.- "Antes de emprender el camino, graba la meta en tu corazón", decía el filósofo. El Miércoles de Ceniza nos hemos puesto en camino hacia la Pascua. Durante cincuenta días caminamos hacia un sepulcro vacío, origen y prueba de nuestra Fe. Queremos llegar a ese día y escuchar las palabras del ángel: "Buscáis a Jesús el Nazareno? ¡No está aquí, Ha resucitado!. Esa victoria del Nazareno sobre la muerte y la tumba, es el fundamento de nuestra esperanza y nuestra alegría. Ese sepulcro vacío nos hace caminar esperanzados y gozosos. Esa victoria de Cristo Resucitado es la meta de todo nuestro camino cuaresmal.

2.- El gozo de la cercanía de Pascua pone alas a nuestros pies. La alegría del encuentro con el resucitado condiciona nuestro caminar. Cada día de Cuaresma es un paso más que nos acerca a ese sepulcro vacío y a Aquel que salió de él. Sin embargo, esa alegría pascual no nos puede ocultar las contrariedades del camino. El lodo y el barro se nos van pegando. Mas de un charco encontramos en nuestra vida. Pero, a pesar de los charcos, el polvo y el lodo de nuestras obras y palabras, queremos llegar a la meta limpios, enteros, conforme a la importancia de Aquel que nos espera. Eso es precisamente lo que la Iglesia pide al Padre: "que lleguemos a las fiestas de Pascua limpios de pecado". Y la "penitencia cuaresmal" es precisamente el agua que nos purifica de tanto lodo. Mortificar los sentidos, dominar los gustos y caprichos, empeñarnos en la caridad iluminan nuestro caminar.


Pregúntate: Cuáles son los charcos en que te metes con más frecuencia, los lodos que mas te ensucian.

Pregúntate: Qué vas a hacer hoy para purificarte con el corazón con el corazón puesto en la Pascua.


Súplica

Señor Jesucristo, el Viviente, el Vencedor de la muerte, Tú que has vaciado el sepulcro como prueba de tu gloriosa resurrección, mírame caminando hacia ese misterio de luz y de vida, pon fuerza en mi voluntad y ánimo en mi espíritu para seguir penitencialmente estos días cuaresmales, de modo que llegue a la pascua con un gozo desbordante.


Tú conoces mi vida y sabes cuántas veces ese caminar lo he estropeado metiéndome en charcos de egoísmos, superficialidad, soberbia, avaricia, y tantos otros. Por eso, purifícame de tanto lodo cuanto he cogido hasta ahora. Límpiame para que llegue a tu encuentro pascual resplandeciente de gracia y alegría.

Amén.


Jaculatoria

Límpiame, Señor, y, quedaré más blanco que la nieve.

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